La Universidad y la tarea de impulsar que fructifique la razón.

Todo se mide en estos tiempos, y la sociedad demanda resultados por las inversiones que realiza. Hace ya diecisiete años que se creó la Universidad de Quintana Roo ante el aumento de las demandas de un Estado que crecía en población y riqueza. Nos han comentado muchas veces que llegó un momento en que los quintanarroenses consideraron que en un mundo meritocrático como el que vivimos, ya era hora de que una amplia mayoría de sus hijos pudieran tener acceso a una formación universitaria de calidad en su propio territorio. La consolidación de una sociedad difícilmente puede dejar de lado ni el aspecto cultural, ni los incentivos para lograr tener los mejores profesionales posibles, y que éstos se encuentren interesados en contribuir durante tiempo al progreso de su territorio. El crear una Universidad pública en el Estado contribuía a esta tarea; poco a poco no sería necesario que los profesionales llegaran de fuera, ya que en casa se formarían, y en casa se quedarían, y además se contribuiría a cerrar las brechas sociales que conforme el estado creciera se fueran generando por el diferente acceso al conocimiento. Los indicadores federales parecen señalar hoy día que parte del objetivo se logró, al situarse la Universidad de Quintana Roo en un buen lugar entre los criterios de calidad que la Secretaría de Educación Pública ha ido estableciendo para las diferentes instituciones de educación superior en el país.

Siempre es un buen momento para reflexionar, y evaluar si los objetivos por los que se creó una institución como la UQROO se están cumpliendo; también lo es para repensar lo que significa una Universidad y cuales son sus objetivos principales; finalmente debe preocupar establecer qué grado de calidad es el que un profesional debe de tener para considerarse adecuadamente formado, sobretodo en un mundo interconectado y amplio como el actual. Como en la vida, todo es cuestión de buscar los equilibrios, y el justo medio; y además cada tipo de profesional debe tener unas características que lo hacen especial. En las siguientes líneas trataré de encontrar ese punto, y reflexionaré sobre el profesional de las ciencias sociales, y las bases que en mi opinión debe tener un titulado de calidad para poder desempeñarse laboralmente con solvencia, y posteriormente si le interesa, ser capaz de especializarse en tareas de investigación social.

La educación superior busca que fructifique la razón, es decir, trata que sus titulados desarrollen toda una serie de habilidades suficientes para que se adquiera cada uno de los grados que otorga. Así una licenciatura dota al titulado de un conocimiento general sobre su campo de estudio, y en el caso de las ciencias sociales, a parte de introducirle en el conocimiento de diferentes materias, le insiste en fortalecer las destrezas del razonamiento, la capacidad de crítica y de respeto a las ideas ajenas, la capacidad de aprender cosas distintas,  entender textos complejos, y expresar ideas por escrito de una forma correcta. Una maestría especializa al estudiante en un aspecto concreto que le prepara para el mundo laboral con más profundidad y detalle, o le introduce a la investigación social, abriéndole las puertas para que en el futuro pueda desarrollar por su cuenta una investigación. Un doctorado, a reserva de que muchos lo hayan demostrado sin obtener el grado, es un ejercicio en el que se reconoce que el candidato es capaz de desarrollar una investigación con calidad, y que es capaz de liderar a otros en el camino para desarrollar trabajos científicos adecuados, y se refrenda permanentemente con la producción que a lo largo de una vida se es capaz de generar, y con el reconocimiento de los colegas del mismo campo de estudio.

En este comentario reflexionaré sobre el nivel de licenciado, ya que es el más común entre nuestros titulados, y el que incentivó especialmente en un inicio la creación de nuestra Universidad. El hecho de asociar un nivel académico al ejercicio de una profesión determinada, y de convertirlo en un “pasaporte para una vida mejor”, ha generado efectos perversos que deben ser identificados y señalados, para entender cuál es el trabajo que debe desarrollarse en una Universidad. A pesar de su estructura vertical, y de los efectos que pueden llegar a tener sobre las oportunidades de futuro para una persona, los niveles académicos, no tienen nada que ver con los títulos nobiliarios, ni debe ser visto el mero hecho de obtenerlos como una forma de ascender en la escala social. El acceso a la cultura y al conocimiento por una mayoría de la población debe ser vista por el contrario como una manera de acercar las diferencias, y de volver más igual a una sociedad. Por ello es necesario garantizar la calidad de la educación.

En este sentido la misión de la Universidad debe ser formar con realismo y prudencia a sus estudiantes, y no puede caer en la tentación de ceder a la presión para que todo el mundo obtenga un título con rapidez. Los profesores tienen la obligación de señalar las verdades a los que quieren aprender, y deben otorgar las calificaciones con la máxima objetividad posible. A pesar de que esto parezca obvio, sin embargo es importante señalarlo y recordarlo, precisamente en esa búsqueda por el justo medio; ya que del mismo modo que hay que señalar al estudiante la verdad en relación a su aprendizaje, y la sociedad debe entender que no se debe titular automáticamente a los que se matriculan; también los profesores deben reflexionar sobre lo que cada nivel académico exige para la titulación de un estudiante. No sería justo que también del otro lado se viese la obtención de un título académico como un ascenso en la escala social, y que por ello se complicase, incluso de forma inconsciente, el acceso a la titulación de una forma artificial bajo la justificación de criterios académicos confusos. Por ello es necesario que en muchas universidades se abra un debate sensato y realista sobre lo que es un “licenciado”, las formas de titulación para obtener el titulo y los criterios que se deben cumplir para obtenerlo.

Si el plan de estudios de una licenciatura está bien diseñado, y el trabajo de los maestros ha sido adecuado a lo largo de la formación del alumno, un estudiante que ha completado año tras año los estudios universitarios y que ha ido superando las diferentes materias previstas, debe haber adquirido las habilidades básicas de su disciplina y estar en condiciones de titularse. En el caso de la Universidad de Quintana Roo la planta académica cuenta con dos características muy importantes que señalan que ello no debe ser complicado: es una de las universidades mexicanas que en proporción al número de profesores con los que cuenta tiene un número mayor de los mismos con estudios de posgrado, y además cuenta con una variedad de profesionales de distintos orígenes, ya sea de la república, o de otros países, que enriquecen los puntos de vista y las experiencias del claustro y acercan a la Universidad a alguna de las características más importantes que debe tener cualquier centro de estudios superiores: la universalidad, y el respeto a la diferencia.

A pesar de estas circunstancias favorables, sin embargo, una de las debilidades de la UQROO es los bajos índices de titulación en los diferentes programas educativos. Es oportuno pues que se reflexione sobre los motivos de la misma. No es ningún secreto que el sur-este mexicano comparte una característica común, en lo que hace referencia a las debilidades de la formación básica de los estudiantes. A pesar de que no es elegante quitarse la responsabilidad, sin embargo es una realidad que nuestros estudiantes vienen con deficiencias formativas notables en aspectos como la lectura y compresión de textos, la capacidad de abstraer pensamientos, las matemáticas, y la cultura de que los éxitos cuestan esfuerzo. Les han repetido demasiadas veces lo buenos que son, y pocas veces les han exigido demostrar esa calidad. El resultado es un estudiante que en muchos casos no acepta escuchar la verdad, y que en algunos casos piensa que el maestro tiene la intención de molestar, en lugar de la de señalarle lo que debe mejorar para adquirir un nivel aceptable de profesionalidad.

Balanceando esas deficiencias el estudiante quintanarroense que llega a la universidad es inteligente, en la mayoría de los casos noble, y suele mostrarse, a pesar de que en algunos casos es muy susceptible, muy agradecido con los maestros que le tratan con respeto y le ayudan a mejorar profesionalmente. Un hecho incuestionable que satisface al maestro, es darse cuenta de la gran diferencia que se encuentra entre un alumno o alumna de recién ingreso, y un estudiante de los últimos semestres: el progreso es evidente. No sólo se ha madurado personalmente en los años que han pasado, sino que las habilidades profesionales han adquirido una mejora importante. Sin embargo pocos son los que se titulan por promedio, pues no es fácil mantener calificaciones altas a lo largo de todos los estudios, y muchos entran en pánico cuando se enfrentan al ejercicio de titulación, que en nuestra universidad consiste en la elaboración de una tesis de investigación, o en la elaboración de una monografía, y terminan su relación con los estudios universitarios con su carta de pasante, mientras esperan, en el mejor de los casos, regresar años después para titularse por memoria de experiencia profesional, o por haber cursado un 50 por ciento de los créditos de una maestría.

¿Por qué el estudiante no es capaz de enfrentar la elaboración de una tesis de licenciatura con éxito, después de toda la formación que ha recibido? Hay varias razones que responden a esa pregunta, y no es sólo un problema de nuestra universidad. Muchas instituciones de educación superior del país tienen el mismo problema, incluso lo tienen instituciones de muy reconocida fama y calidad internacional. Una primera pregunta que deberíamos hacernos es: ¿qué se espera de una tesis de licenciatura? Esta es una pregunta difícil de responder, y la mayoría de los profesores tienen criterios distintos. Efectivamente se está hablando de una tesis de investigación, y por ello se requiere que exista una pregunta, una hipótesis de trabajo, y que en cierto grado se contribuya a responder a esta pregunta. Pero, ¿en qué medida un estudiante de licenciatura, con una formación general, y con una edad joven y por lo tanto en pleno proceso de consolidación de su madurez intelectual, es capaz de responder a este reto? Hay docentes que además señalan que debe ser capaz de elaborar un marco teórico en el que se enmarque el trabajo, lo que supone que el estudiante deba conocer en profundidad toda una literatura que lleva años manejar adecuadamente. El resultado es que en muchas instituciones de educación superior el estudiante se bloquea ante un ejercicio que le supera ampliamente, y que está pensado para etapas formativas más avanzadas. En Quintana Roo además el ejercicio se complica, porque a pesar de la mejora de nuestros estudiantes a lo largo de los estudios, la verdad es que si bien son capaces de entender lo que leen, y en general tienen un nivel suficiente de redacción, sin embargo no tienen el grado de madurez necesario para crear un discurso propio, o para diseñar un trabajo como el que muchas veces visualizan que deben realizar. El resultado es un escaso nivel de titulación.

¿Debe preocuparnos el bajo nivel de titulación, y tratar de repensar el problema, o debemos conformarnos en señalar que si los estudiantes no se titulan es responsabilidad suya, y que nosotros no debemos abaratar el proceso? Los esfuerzos para mejorar la eficiencia final no son nuevos, y ciertamente se han realizado en los diferentes programas educativos. Se han introducido materias en el plan de estudios que apoyan la elaboración de tesis de una forma progresiva, e incluso la institución ha implantado cursos que promueven la titulación, sin embargo los resultados siguen siendo pobres.

Es importante que se discuta colegiadamente de una forma realista sobre lo que se le debe exigir a un licenciado. También lo es que se evalúe a todos los estudiantes de una forma justa y objetiva, y que la Universidad esté en condiciones de lograr que las personas que la sociedad les encargó estén convenientemente formadas en relación al nivel que están estudiando. Para que fructifique la razón es necesario planificar adecuadamente, y como en toda investigación plantearse las preguntas claves; las verdaderas cuestiones que nos van a conducir a buscar el punto de equilibrio que se busca. Sin duda, en un contexto burocrático y complicado como el universitario ello no es sencillo, pero debe ser posible definir qué se busca y lograrlo sin regalar nada a nadie. Si los profesores hicieron su trabajo durante todo el periodo de estudios del alumno; éste, si se aplica, debe ser capaz de concluir exitosamente con su ciclo escolar, y desempeñarse como un digno profesional.

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