En política no hay que cruzar los dedos.

A Fondo La Revista

Manuel Ek

15 de mayo 2011

Dejarse llevar por la corriente y confiar en la suerte es cómodo, y muchas veces es lo único que podemos hacer. Es mejor ser prudente y “cruzar los dedos”, para ver por donde sale el sol con perspectiva y acomodarnos de la mejor manera posible que arriesgarnos a quedar fuera de la jugada. En política sólo se mueven los que pueden: los elegidos. El resto mejor que se tranquilice, y se tome la vida como viene, o como dice la canción “al estilo Chetumal”.

Sin ningún tipo de vocación suicida, sin embargo, hay que recordar que el que no “llora no mama”. En términos más científicos se diría que una cultura política democrática, es una cultura cívica, y que eso implica “participación”. Ese concepto tiene poco que ver con la grilla poco sofisticada que algunos confunden con hacer política.

En política se debe ser creativo. Se deben proponer alternativas a los problemas. Para ello hay que ser audaz, pero es necesario ser libre. Para poder opinar en este mundo cruel hay que ser parte de los elegidos, o no tener miedo a las consecuencias porque uno no depende del medio. En pocas democracias la cultura participativa es tan tolerante que te permite opinar sin consecuencias. La política se relaciona con el poder, y éste utiliza sus instrumentos para mantener el status quo lo más estable posible. Aquí y en China.

Sin embargo encontramos la paradoja; en la vida, como en la política, o los negocios, no se construyen proyectos sin gente que imagine y que apueste. A veces sale bien, y a veces es necesario seguir trabajando; pero el que mira al cielo no suele aportar nada y finalmente se va diluyendo como el azúcar en una taza de café negro.

Como en los negocios, en política muchos viven de las rentas; de las posiciones que heredaron de sus padres, de su contexto social y económico. A éstos es a los que menos les interesa alzar la voz. Cuanto menos ruido mejor. Sin embargo en democracia la movilidad social implica cambios, y éstos no te los trae la marea; se deben buscar activamente.

Hay diferentes modos. El más corto pasa por tener mucha persistencia en la vida social y tratar de abrirse paso saliendo siempre en la foto (para ello es una cualidad importante ser alto, sonreir y tener capacidad de aguante para el trago). El más largo, pero también el más noble es el del trabajo continuo en la posición que nos haya dado la vida. Si uno pretende hacer política, debe ofrecer alternativas, y abrirse camino con respeto, pero señalando las “verdades”. Al rato el político vocacional que insiste, que propone y que ofrece alternativas, aunque sea desde tribunas no muy grandes irá granjeándose el respeto de los demás.

Las malas noticias, para los que pensaban que eso era más fácil, es que muchas veces el político vocacional no podrá vivir de la política. Para ser libre, para opinar, para crear sin miedo a las envidias, a los celos y a las zancadillas del canibalismo partidista es muy importante; más de lo que parece, el no “depender de”, el no ser esclavo del sistema. Lo decía mi padre; estudia…. trabaja…y después quién sabe. Que cruce los dedos de la suerte el que pueda. Los demás tenemos que construir nuestra sociedad con trabajo y con pasión.

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