La redistritación y la clase política priista del sur de Quintana Roo.

Manuel Ek

A Fondo La Revista

12 enero 2012

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha evitado hasta la fecha el que se normalizara la representación política de los ciudadanos quintanarroenses. El norte del estado ha crecido en población y sin embargo eso no se ha visto reflejado en el peso político de sus ciudadanos. Los políticos priistas confían relativamente en el voto duro con el que cuentan en Cozumel y Othón P. Blanco y piensan que mientras mantengan sobre representados estos distritos es difícil que el gobierno del estado se escape de sus manos. Sin embargo el análisis realizado por los estrategas priistas no es el correcto. Ni Othón P. Blanco, ni Cozumel son “bastiones” inexpugnables, ni el resto del estado ha condenado con la indiferencia, o el rechazo al PRI. Se vivió en Cozumel como el PAN se impuso en alguna ocasión, e incluso en Othón P. Blanco, la equivocada elección de candidatos hizo perder diputados que parecían seguros, tanto en Chetumal, como recientemente en la Ribera del Río Hondo. Solidaridad hasta la fecha se ha mantenido “fiel” al partido del poder, más sin embargo los niveles de participación son tan bajos que en cualquier momento se puede producir un vuelco electoral.

Las razones principales del “voto duro” priista en estos municipios tienen que ver con los puestos de trabajo públicos de los ciudadanos en ambos municipios. Cozumel y Chetumal, especialmente cuentan con una gran cantidad de personas que forman parte de los diferentes niveles del gobierno estatal y municipal o de las empresas que viven de prestar servicios a sus amigos. El “hueso”, o mantener el “patrimonio”, como señalara Abuxapqui en las páginas de esta publicación, impulsan que muchos mantengan su voto por el PRI. En Cancún sin embargo la continua movilidad de sus habitantes que provienen de diferentes partes de la República, el trabajo de ciudadanos como empleados de dependencias federales, y en el municipio y la poca importancia del número de empleados estatales hace que el voto sea más disputado. En las zonas rurales del estado el abandono de los políticos, las falsas promesas y los resultados pobres motivan el que una campaña política dirigida hacia esos sectores pueda provocar un cambio de tendencia dependiendo de la elección.

La premisa falsa es pues la supuesta “fidelidad” de los feudos tradicionales. En el momento en el que el gobierno estatal caiga en manos de otro partido, lo que en un contexto democrático suele suceder, muchos fieles cambiarán de bando con alegría mal disimulada. El PRI tratará de seguir resistiéndose, lo que cada vez es más difícil, y sacrificará peones como Carlos Soberanis, y quién sabe si Manríquez, evidenciando la falta de independencia de una institución que fue creada para garantizar competitividad y fortalecer el proceso democrático, pero que lamentablemente ha seguido otros rumbos, como en otras partes de la República. Sin embargo finalmente tendrán que ceder.

El problema que enfrenta la clase política priista en Quintana Roo, pero especialmente los “chetumaleños” es grave. La ambición por el poder y la falta de medida en su comportamiento como servidores públicos “honorables”, han hecho que se haya perdido la perspectiva. En el caso del PRI quintanarroense, una supuesta “nueva generación”, con astucia e inteligencia, ha derrotado en todas sus líneas a un sur dividido, compuesto por políticos con limitaciones intelectuales serias, y algunos asesores lambiscones con categoría moral muy cuestionable.

La “nueva generación” aplicó las viejas técnicas autoritarias y caciquiles, rompió con todo tipo de pacto, y avanzó arrasando como las “nuevas tecnologías” (Félix es el máximo representante de esta dinámica, y deberemos ver si Beto y quién sabe si Fredy Marrufo continúan con la tradición). En el sur mientras tanto la “vieja generación”, sigue pensando que los del norte les van a hacer el favor y se siguen peleando entre sí, soñando que son importantes y que tienen algún tipo de influencia en la toma de decisiones.

El problema no es la redistritación, la cuestión es la elección de buenos candidatos, y de políticos que realmente y no únicamente por su edad, pertenezcan a una “nueva generación” de hacer política. Para el PRI es necesario mejorar la formación intelectual y moral de sus cuadros; en el sur necesitan cambiar radicalmente de rumbo, apostar por gente diferente, que se deje asesorar por profesionales que señalen las verdades a los candidatos, y que no les cuenten únicamente lo que quieren escuchar. El autoritarismo es un círculo vicioso que finalmente destruye a los líderes que se manejan en esa dinámica. Si se quiere mantener “el poder”, para transformar socialmente una sociedad, es necesario ser competitivos. Los que sólo quieren mantener su “patrimonio”, bajo la excusa de sus derechos históricos, lograrán que la oposición se siga consolidando, y que los jóvenes busquen nuevos horizontes para poder participar honradamente en la dinámica política estatal.

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