Tiempos de cambio: la renovación de una clase política.

Manuel Ek

12 febrero 2012

No nos damos cuenta pero el reloj no deja de marcar las horas. Todos nos sentimos jóvenes, pero no lo somos. Nos sentimos valiosos, pero los demás se sonríen por dentro. Nos sentimos preparados, pero nos engañamos. Félix González Canto habló de una “nueva generación” de políticos priistas, pero se mintió él mismo, y confundió al pueblo. Se manejó con las mismas actitudes que había mamado desde la infancia, y que corresponden a las de las viejas huestes priistas. No hubo nada de nuevo, excepto que el Gobernador llevara a sus hijos, todavía pequeños, a la escuela más renombrada de la ciudad. Prefiero no hablar del gobernante acomplejado que necesita mostrar con actitudes barrocas y autoritarias que es poderoso, porque se siente cuestionado por su entorno, por sus dudas, y sus miedos. Tampoco él pertenece a una nueva generación. Lanza huesos a sus perros, y en ocasiones hasta parece que se preocupa por ellos; pero nada es verdad, todo tiene que ver con el dinero, y con el miedo a que su sombra chismee con el viento que se comporta de forma ridícula.
Ya he comentado en otras notas que es necesario que la clase política del sur del estado se renueve. Los políticos conocidos, aunque les duela, se amortizaron, y son incapaces de entender que el mundo cambia. Son como los zombis vivientes, al que algunos disfrutan ver en las películas, pero que te asustan si te los encuentras tomando café en Los Cocos a la hora del desayuno. No entienden, ni quieren entender la democracia, ni los cambios que requiere nuestro futuro. Se dejan utilizar y sonríen pensando que con cirugías y con buenos gestos trascenderán sexenios. Pertenecen a las familias de siempre, y sólo cederán espacios si sus hijos heredan posiciones y prebendas… de algo les ha de servir ser los herederos más cercanos de Othón P. Blanco y de las familias que transitaron entre Payo Obispo y Belice durante la Guerra de Castas. Por su parte los jóvenes universitarios chetumaleños de familias sin apellido ilustre tienen poco que hacer para abrirse espacios, y otros, cuyos padres se desplazaron desde otros estados, y a que a lo mejor no les enseñaron a descansar con estilo en las hamacas locales, aunque lleven años cantando el himno de Quintana Roo siempre tendrán dificultades para ser reconocidos.
Hemos de entender que cada coyuntura histórica tiene su momento. Cuando Quintana Roo tuvo los hombres y mujeres suficientes para demandar que dejaran de venir de México a gobernarnos surgió legítimamente el nativismo. Hoy en día los tiempos han cambiado. Chetumal crece, Quintana Roo también, y las actitudes nativistas limitan las posibilidades de contar con los mejores quintanarroenses para gobernarnos. Por otra parte, aunque el autoritarismo sea nuestra moneda corriente de cambio, empieza a permear entre los ciudadanos las bondades de la democracia. Es necesario cambiar de verdad y permitir que los nuevos tiempos entren en nuestra comunidad: como las plazas, como el Oxxo, como Cinépolis y el McDonals; sin perder el Taco Loco, el Maria’s y el Café Milagros…. ni abandonar a Calderas y sus ceviches. En un mundo más grande todos podemos ganar abriendo mentes, permitiendo espacios, siendo generosos y entendiendo que ni el pasado fue mejor, ni necesariamente el futuro lo será. Sencillamente es diferente, las cosas cambian y hay que ser inteligentes para abrazar lo nuevo. Sólo así el sur del estado regresará a ser la capital que un día fue, y todos nos podremos sentir orgullosos de ello.

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