21 de abril 2016
Les voy a narrar una anécdota real que me contaron. Hace aproximadamente un año, un joven ex-funcionario de gobierno, todavía hoy en día poderoso, dejó muy negativamente impresionado a un amigo mío por su «descaro» y «falta de medida». Invitaron a mi colega a «conciliar» un asunto entre privados. Este «personaje» en un momento de la conversación frente a su suegra, su esposa, su cuñada, y otras tres personas que estaban presentes afirmó con vehemencia que él podía mandar colocar droga en el carro de la persona con la que estaban mediando, para que éste fuera arrestado sino le bajaba de «huevos». En ese momento mi amigo casi se cae de la silla, no porque el otro no fuera capaz de hacerlo, sino porque tuviera la «falta de tacto» de señalar la posibilidad de cometer ese ilícito frente a la señora madre de su esposa.
En México se ha instalado una generación de «juniors» en el ámbito de la toma de decisiones políticas, que no tienen ningún tipo de respeto a nada… son intocables: «como los porkys de Veracruz». Como aquel hijo de funcionario quintanarroense que en Estados Unidos le agarraron diciendo que él bebía un whiskey de color azul… como su sangre. Es un tipo de nuevo rico muy «vulgar», relacionado con el servicio público… que ha roto con todo tipo de controles.
Uno de los tantos «colmos» simbólicos de este desprecio a la investidura como funcionarios públicos, fue el resultado de la fiesta que el Gobernador del Estado de México organizó en Toluca el pasado 29 de febrero, en el que el Gobernador de Campeche Alejandro Moreno Cárdenas en plena «peda», golpeó a un secretario federal, al gobernador de Chiapas que trataba de separarlos, y empujó a Narro al piso. El diario el Universal, todavía para hacerla más cardiaca señaló sin especificar que el golpeador fue un «joven gobernador priista del Sureste mexicano» y a todos nos dejó con el Jesús en la boca ; porque era creíble que cualquiera de ellos hubiera cometido el desmadre. De hecho esta «nueva generación de priistas del sureste», tanto en Veracruz, como en Campeche, como en Quintana Roo o incluso en Chiapas (PVEM); se ufanan en no ocultar su falta de respeto a la ciudadanía, exhibiendo gastos absurdos en fiestas, vestidos, viajes y demás actividades que no son propias de los que se espera de un gobernante.
La importancia del giro que le ha dado a la campaña hoy Carlos Joaquin introduciendo al 3 de 3, el antidoping y los antecedentes no penales es muy grande ; tiene alcance nacional, y una profundidad en lo local muy seria.
México está harto del abuso de sus funcionarios públicos, desconfía de todo, quiere democracia, pero tiene autoritarismo; quiere tranquilidad, pero está sumergida en un conflicto muy complicado. Quiere modernidad, pero ya no sabe que hacer, o a quien irle para que se avance de una vez por todas en las reformas necesarias.
El candidato de UNE ha puesto el dedo en la llaga y ha golpeado donde más duele a la «nueva generación de priistas» que presumía Félix González Canto en el año 2005, que iban a cambiar el Estado.
De esta propuesta se deriva algo muy sencillo. ¿Es posible que los representantes públicos sean personas decentes? Carlos Joaquin simbólicamente está diciéndole a la gente: conmigo pueden estar tranquilos, los voy a respetar. Está tratando de recordarle al ciudadano que los valores básicos de la convivencia; «las buenas costumbres», deben ser de nuevo respetadas por las autoridades públicas.
Está golpeando donde más duele, porque no hay quintanarroense que piense que ese reto puede ser asumido por los herederos políticos de los últimos gobiernos en el estado.
El mexicano destaca por su cortesía, por su buen trato, por el cuidado de las formas. El candidato de UNE quiere que esas costumbres se recuperen en el estado. Me felicito mucho por la iniciativa y les doy sinceramente las gracias por haber puesto sobre la mesa esta situación tan importante.
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