11 de julio 2016
A veces el tiempo pasa deprisa, y a veces tarda una eternidad. El equipo del gobernador electo se ha tomado un pequeño respiro, antes de iniciar formalmente el periodo de transición. El Gobierno de Borge quiso interrumpir esta pequeña “paz”, aprobando en el Congreso su blindaje, pero hoy ya hubo instrucciones de Peña Nieto, para que le “bajaran”, o sea que las cosas seguramente regresaran a la normalidad. No les conviene desobedecer porque todavía quedan dos años de gestión federal, que van a ser de campaña; y ciertamente lo que necesita la administración de Peña Nieto es sacrificar “peones” para salir de la mejor manera posible: Beto y Duarte con sus huestes, son los candidatos perfectos para ser lanzados a las arenas del circo, mientras se va cociendo la próxima contienda electoral y el fin del sexenio.
En Quintana Roo, mientras tanto, el ambiente se está caldeando de forma apasionada. No fue ésta una campaña tradicional. Y el resultado ha roto una tradición de alternancia política institucional. No se sabe a ciencia cierta lo que va a suceder a finales del mes de septiembre, y eso está generando mucha ansiedad.
No pudiera ser de otra forma. Cualquier nombre que salga en los próximos días está condenado a la hoguera pública. Finales de septiembre, se antoja tan lejano en política, como el aguinaldo de navidad. Va a llover mucho y van a cambiar muchas cosas, desde hoy, hasta el día en que el Gobernador señale su equipo de trabajo. La discreción, la prudencia, y la tranquilidad se van a convertir en elementos clave en estas semanas. Los que se precipiten se equivocarán.
A mí me gustaría un gobierno que equilibre buenos políticos con técnicos con solvencia probada. Que la consigna sea hacer la cosas bien, recuperar el impulso económico del Estado, y generar oportunidades para que la sociedad impulse sus negocios con confianza. Crecimiento, ilusión y lucha contra la corrupción deben ser los motores del futuro gobierno. Me encantaría que se consolidara una nueva forma de hacer política, y que una vez remitidos a la justicia los casos de corrupción, que se mirara hacia el futuro, y no desviáramos ni un solo día del gobierno en venganzas. El tiempo es el principal enemigo del político, y son demasiadas las cosas que deben cambiar en este sexenio como para retrasar los cambios necesarios. En este sentido pienso, que el gobernador va a honrar su palabra y rescatará a los burócratas honrados; sin dejarse llevar por los cantos agresivos de los que buscan, como antaño el “hueso”, pasando por encima de quien sea.
Sin embargo, soy consciente de que no será sencillo, y que probablemente en algunos casos nos decepcionemos. El ejecutivo tendrá que pactar con legisladores, a la antigua usanza, para garantizar el apoyo en el Congreso del Estado. El PAN, el PRD, y los diferentes grupos de “joaquinistas” buscarán abrirse espacio, y participar en la nueva etapa política del estado con el máximo protagonismo posible. A ellos se unirán priistas honrados, técnicos solventes, y alguno que otro más, que tendrán la convicción de tener derechos “adquiridos” para ocupar cualquier puesto en el Gobierno. Entre todos, no pondrán fáciles las cosas al equipo que se encargue de formar un equipo equilibrado, y lo más probable es que el resultado no satisfaga plenamente a nadie.
Por otra parte, me gustaría que se rompiera con la tradición de ensalzar la figura carismática del Gobernador. La etapa de los semi-dioses se acabó en Quintana Roo. En mi opinión, entre todos debemos contribuir a que no se repitan los errores. Ojalá y esta importante transición, también empuje transformaciones profundas en la cultura política de los ciudadanos de Quintana Roo, y que entendamos que la gobernabilidad no proviene de la cúspide hacia la masa; sino que es un ejercicio de sinergias, en la que todas nuestras actitudes cuentan mucho. Quintana Roo gritó ¡Fuera, Fuera, Fuera! a la tiranía, y lo repitió en la toma del Congreso; ahora toca entre todos construir tolerancia, convivencia participativa y buen gobierno.
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