14 de octubre 2016
La ilusión se ha tornado en nerviosismo en la capital del estado de Quintana Roo. No estoy diciendo nada nuevo. Las redes sociales se están llenando de comentarios en este sentido.
Mucha gente se pregunta que dónde está el cambio. En lugar de hablar de programa de gobierno, se está hablando de despidos; de falta de delicadeza de los nuevos funcionarios: con los que han corrido, con los que van a correr, y con los que hicieron campaña y se encuentran en el limbo del silencio.
Los que llegan se lamentan, probablemente con razón, que el trabajo es agobiante. No están durmiendo señalan. La gente no tiene paciencia. Les molestan las críticas.
Están integrando su equipo, se están acoplando y eso no es sencillo. El equipo de Carlos Joaquín está repleto de personas que vienen de otros estados. Es normal que tengan que adaptarse a su nueva realidad. También es cierto que un buen grupo de los elegidos, no sé si por compromisos, o porqué razón, no tienen la capacidad para cumplir de forma inteligente con sus cargos. Eso también está haciendo presentar un arranque más complicado, y le dificulta más la vida a este gobierno.
No hay duda que para bien o para mal la responsabilidad es de Carlos Joaquin González. Él lo señaló con claridad.
Por lo que se ve hasta ahora su estilo de gobierno va a reflejar el «pacto» con diferentes grupos, el secretismo en la toma de decisiones, y la improvisación. Esto, de momento, lo aleja del ideal democrático.
Sería importante, que sus asesores le apoyasen con algo más de destreza, y que la gente se quedase tranquila sabiendo qué rumbo va a tomar este gobierno. Quizás soy un poco necio en mi insistencia, o no entienden muy bien en el grupo que toma las decisiones: ¿DÓNDE ESTÁ EL PROGRAMA DE GOBIERNO? (espero no se molesten por las mayúsculas, es para resaltar lo importante).
Si se conociera el rumbo que se va a tomar, probablemente la ansiedad colectiva sería más moderada. Resulta que la ciudadanía sí es importante: y por supuesto que merece conocer los detalles del plan «secreto» que nos va a sacar del hoyo en el que nos metieron las anteriores administraciones.
Ciertamente, nadie va a quitar a Carlos Joaquín; va a gobernar seis años.
Los funcionarios actuales, o sus arribistas, pueden tener la tentación de enojarse con el pueblo, o con los comentaristas políticos y sentirse incomprendidos. Creo que esa no es la solución. Un gobierno que representa un cambio tiene que marcar las líneas que van a presidir su camino: debe dialogar no sólo con los grupos de interés. Enfrentarse a sus «electores» sólo genera desgaste, y hace perder la legitimidad obtenida. El crédito del casino político se reduce con una facilidad espantosa si no se presentan resultados.
De momento la ciudadanía no tiene claro nada. La impresión de muchos es que CJ engañó a la gente. Señaló que iba a dejar trabajar a los funcionarios honestos, y tal pareciera que ese apelativo no puede otorgarse a la mayoría de los funcionarios públicos locales. Se prometió «oportunidades para todos», y sólo los grupos de presión, y un grupo de asesores que no son del estado y no lo conocen bien, son los que están tomando las decisiones (el más importante de los cuales parece que ni siquiera va a tener un nombramiento oficial). Se prometió transparencia… y el silencio «grillo» preside los calurosos días del otoño quintanarroense.
A los que les preocupa el Estado, que somos mayoría, les interesa que se concreten los resultados. No se puede pedir paciencia, ni comprensión, cuando se navega a ciegas; y cuando las primeras acciones han sido bruscas, precipitadas, y a los ojos de muchos, erróneas.
No se puede pedir tanta tolerancia a un grupo político tan lastimado por los gobiernos anteriores, que depositó la confianza entusiasmado en un cambio, pero que mira de reojo y ve venir un futuro muy parecido al pasado que dejó atrás.
La estrategia de comunicación de CJ debe cambiar, si espera mantener el apoyo mayoritario para poder gobernar (Peña Nieto lleva un par de años sin poder hacer lo forma efectiva, y sin embargo sigue siendo Presidente).
Por otra parte, a los actuales funcionarios, les debería preocupar que el cambio fuera de verdad. CJ dejará su cargo en seis años, pero muchos de ellos esperán continuar su carrera política, y para que ello sea posible no puede ser «más de lo mismo» (aunque ello se vea muy lejos).
No se molesten mucho… no tienen tiempo para ello… sólo hagan lo que tiene que hacer, y no desprecien a la ciudadanía que les está observando, porque ella es la que les eligió para protagonizar un cambio histórico en la forma de hacer las cosas: eso merece respeto.
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