1 de noviembre 2016
Espero que a nadie le escandalice esta confesión. No tengo la suerte de haber nacido en cuna de oro. Resulta que tengo que trabajar, y sí, vendo mi esfuerzo a otros porque tengo que comer, y porque tampoco les voy a regalar mis habilidades para que sólo se beneficien ellos. No tengo vocación de ermitaño, ni hice votos de pobreza en mi juventud. Para vivir, resulta que he de trabajar
Si eso me convierte en puta, entonces confieso mi condición.
La polémica sobre «las putas de borge», además de ser vulgar, es en la mayoría de los casos injusta. Sin embargo, es cierto que varios deberían estar en la cárcel (tanto los que pagaron como los que recibieron)
En la mayoría de las situaciones este debate es una distracción de lo verdaderamente importante.
A mi me queda claro que el periodista debe ser independiente. Sin embargo, ¿cómo logramos esto? Si los ciudadanos no consumimos prensa, ¿de dónde surgen los recursos para que los comunicadores puedan mantener un estilo de vida decoroso?
¿Qué es lo que nos debería preocupar?
– Generar ideas y proyectos empresariales sostenibles de prensa independiente ( quizás para partes del sureste)
– Garantizar la libertad de expresión y la pluralidad en los medios públicos de información.
Eso en relación a la «puteria» (no fuí yo el que acuñó el concepto)
¿Qué nos debería preocupar especialmente?
– Conocer como evolucionan las mesas de debate para formar programa de gobierno. ¿Cuáles están siendo sus resultados?
– Tener una idea clara de la hoja de ruta que va a seguir el Gobernador para cumplir con las promesas que nos está haciendo llegar a través de la oficina del vocero.
– Que el secretario de Gobierno nos explicara con detalle como evoluciona el caso Borge. Ya circula la impresión que Peña Nieto pactó a favor de los Duarte y Borge. Eso de que los quiera presos, que los expulse del partido, pero que les de igual y se fuguen, no está nada bien.
Esa putería si me parece más grave y es más importante, que el hacernos desviar la atención sobre la pureza moral de la mayoría de los comunicadores locales; que por otra parte no dejan de ser víctimas del sistema (excepto los que se enriquecieron de forma grosera).
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