Sobre los comunicadores y la tolerancia: el poder de transmitir ideas.

10 de noviembre 2016

Se ha instalado el debate en Quintana Roo sobre la ética periodística y su relación con el poder. Le hemos entrado muchos a esta discusión, porque es clave para tratar de digerir el pasado reciente de nuestra entidad; y para iluminar el camino que se debe recorrer en el futuro. La reacción de muchas personas en un contexto tan abierto como el que ofrece las redes sociales es dispareja.

Por una parte, estamos experimentando una interesante muestra “renacida” de la calidad de muchos comunicadores quintanarroenses, que a los ojos de muchos se había apagado discretamente durante los últimos años, como consecuencia de la política de “billete o exilio” de las anteriores administraciones. Por otra, se está haciendo notar la falta de tolerancia, de unos cuantos cibernautas, especialmente aficionados a “guillotinar” a todo el que se atreva a contradecir sus postulados. Atacan con saña caníbal, disfrutando el bocado y eructando al final de su ingestión. En cierta forma, es un “debate” de hechos, contra putazos.

Creo que hace falta una reflexión algo más calmada en la que se privilegie la tolerancia, y que trate de concentrarse en lo importante. ¿Cómo construir un espacio de libertad, en el que las ideas fluyan con respeto? Sin duda, comunicación es poder, es juego de intereses. En este contexto, requerimos profundizar en el espíritu democrático individual y colectivo frente a reacciones viscerales que son propias de una cultura política autoritaria.
Precisamente porque comunicación es poder, todos miramos de reojo a lo que la nueva administración indica. De momento, está manteniendo una posición teóricamente liberal: que el mercado determin y que sobreviva el que pueda.

La política de la vocera del gobierno se limita, hasta el día de hoy, a remitir comunicados sobre las actividades del gobernador y de algunas secretarias; y todo parece indicar que, hasta que se decida, no habrá ningún tipo de convenio (por lo menos público o formal). Sin embargo, hay varios que sospechan que existe una política intencionada de “escarmiento” a los comunicadores, con el objetivo final de crear uno o dos medios de comunicación afines, y de apoyarlos para retomar el lugar que el Diario de Quintana Roo, el Por Esto y el grupo de los hermanos Millar desempeñaron en anteriores administraciones.

El perfil eminentemente político de Martha Silva, como directora del SQCS, ha levantado severos cuestionamientos: ¿cuál es el objetivo del Gobernador?: ¿controlar férreamente lo que se presenta en los medios públicos? ¿hundir de forma definitiva al SQCS, dándole la puntilla que se requiere? A pesar del cariño que la nueva responsable tiene a la institución, por ser una de las primeras imágenes públicas de la misma, la pregunta que circula es si tendrá las posibilidades para hacer resurgir a un sistema de comunicación público, que por naturaleza democrática debe reflejar la pluralidad de las opiniones, o si su tránsito será un lento anestésico que encamine al sistema a una muerte discreta. Sin duda todo dependerá de las instrucciones que haya recibido, y de su capacidad profesional.

Como se ve, el debate ético sobre el comportamiento de los comunicadores sociales, es posible que sea un “artificio”. Pudiéramos estar hablando de una especie de “transición”: bien para la asimilación de alguno de estos comunicadores “amortizados” por su descrédito, que deben pasar su purgatorio; o para el descubrimiento de nuevos valores periodísticos (que hasta la fecha no han dado señales de vida).

Mi apuesta es el surgimiento de medios de comunicación privados que se marquen como objetivo la libertad de prensa, y una sana distancia con el gobierno (con la venia de la autoridad pública y la tolerancia al debate abierto de ideas). Sin embargo, no veo claro en donde se pueden encontrar los inversores que faciliten esta posibilidad. Es posible en este contexto que algún medio privado como el Por Esto y Novedades (SIPSE) pueda sobrevivir gracias al apoyo de los grupos económicos que los sostienen.

En otro caso, el escenario va a condenar a que los comunicadores con oficio los encontremos en las redes sociales a tiempo parcial. Algunos deberán abrir cocinas económicas, otros deberán ser creativos con sus formas de lograr ingresos, intentar trabajar para medios “nacionales” o “internacionales, no lo sé. Sería una lástima porque el periodismo debe ser un trabajo de tiempo completo, y porque, además, por proponer un caso, hay periodistas gráficos que no sólo comunican ideas, sino que hacen arte, y que deberían ser “protegidos” como objeto cultural local en proceso de extinción. Los periodistas de verdad no van a desaparecer; se van a atrincherar en las plataformas digitales.

En la sociedad civil, los que no tenemos necesidad de “vivir” de este digno oficio; al contar con un trabajo que nos permite la independencia, tenemos el deber moral y cívico de reflexionar con claridad sobre el devenir político. Ojalá y muchos se sumen con una auténtica vocación democrática a este esfuerzo.

Insisto sin ninguna pena, en que se ha de distinguir entre unos y otros, en relación al pasado. El mundo de los comunicadores fue también una de las víctimas de un modelo autoritario-represor. Tengo una educación católica; y me provoca problemas de conciencia el modelo puritano, o la mala leche del mediocre que no tiene otra opción que la de vomitarse sobre todo lo que se mueve. No creo en la perfección del ser humano, pero sí en su capacidad para reinventarse. Tampoco pienso que todos deban comportarse como “héroes”, ni que tengan necesidad de buscar el martirio. Creo en una sociedad que puede buscar la reconciliación, y que trata de buscar los puntos comunes para avanzar con algunos objetivos comunes. En mi opinión, una de las metas, en este contexto, es consolidar una comunidad de comunicadores independiente; y una sociedad abierta, respetuosa y tolerante; que tenga la madurez para ser receptiva a la diferencia de ideas y de estilos.

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