16 de diciembre de 2017
No son días sencillos políticamente hablando para el país, ni para el estado. Diera la impresión de que todo se ha contaminado; que las palabras bienintencionadas se quedan en eso, y que una realidad oscura se imponga con su aliento más feo.
En México se ha aprobado una ley de Seguridad Interior muy peligrosa porque introduce a las Fuerzas Armadas en el debate político, las convierte en una policía nacional y abre sin posibilidad de contradecirlo el sospechosismo sobre el más que posible abuso de derechos humanos por parte del Estado.
Los gobernadores están felices porque tendrán la oportunidad de quitarse la responsabilidad de la seguridad pública, mientras siguen manejando el disfrute de unos recursos que nadie pareciera que quiera auditar; pero las fuerzas armadas fracasarán por falta de capacidad para cubrir todas las misiones encomendadas, y serán las más perjudicadas en el imaginario colectivo del pueblo.
Por si fuera poco, ahora se aprueba una ley de censura política en el país, que pretende infundir miedo entre los que opinamos y que limita la libertad de expresión, y en Quintana Roo el legislativo se cobra “facturas”, apoyando a un sector minoritario del periodismo local, al desmontar sin un debate serio, con superficialidad y falta de responsabilidad, una ley importante en materia de relaciones de los comunicadores con los poderes públicos
Además, los partidos están evidenciando la falta de sensibilidad política en sus políticas de reparto de candidaturas. En su afán por establecer reglas “objetivas” y “paridad de género”, están construyendo unos despropósitos muy complejos, como si el partidismo implicara que los candidatos cercanos a la gente realmente no importan. No se van a elegir a los posibles mejores, sino a los que puedan encajar en los perfiles negociados: un error político grave, que va a desincentivar el voto, y va a frustrar a la gente, porque al final del día alguien resultará electo.
En la columna del día de hoy, a pesar, de estos negros precedentes, me quiero fijar en un proceso de elección muy importante, que se está dando en Quintana Roo, en estos días: la elección de cinco magistrados del tribunal de administrativo del estado.
Voy a dibujar un escenario ideal, como si realmente pensara que el legislativo y el ejecutivo quisieran construir un poder independiente, que además va a tener funciones ampliadas, a las que venía teniendo; pero como éste es el gobierno del cambio, chance quieran escuchar algo de lo que los ciudadanos opinamos ¿Qué características deberían tener los futuros servidores públicos seleccionados?
1. Deben ser imparciales, ser verdaderos profesionales de la justicia, y haber probado de forma clara su honorabilidad en los cargos que han ocupado anteriormente. Muchos de los candidatos han ocupado cargos, pero ¿cómo han salido de los mismos?
2. En el marco del Sistema anticorrupción existe una buena oportunidad para retomar el camino de las “buenas decisiones”, eludir la simulación y el amiguismo y elegir de entre los setenta y uno aspirantes, la conjunción de aquellos que reúnan varias cualidades óptimas. Si el “cambio” es real, como señalan los voceros del poder, debería mostrarse creando poderes independientes.
3. Se debe elegir a los más capaces, a los que tengan un perfil probado, y que su designación no escape a lo que ellos mismos requerirán en sus juicios a las partes: la acreditación de sus capacidades mediante pruebas objetivas. Los CV deben estar respaldados por esas pruebas que los sustenten. No sólo sus capacidades profesionales sino el que sea dignos de confianza, por lo que no estaría fuera de lugar someterlos a exámenes de control de confianza como legalmente hoy se obliga a los operadores de la seguridad pública.
4. Finalmente, los candidatos electos deben ser reconocidos por la comunidad jurídica y universitaria, así como por la sociedad civil organizada y el segmento privado en general. Deben ser ciudadanos integrados y conocidos por la sociedad quintanarroense desde hace años. No estaría nada mal, que, si acreditan excelencia en su capacidad profesional, fueran egresados de nuestras universidades en el Estado de Quintana Roo.
Les propongo un ejercicio: rescatemos de entre esa lista, que los poderes del estado están debatiendo, nombres de candidatos, y lancémoslos al debate abierto. Los nombres que a mí me parece que cumplen los perfiles señalados son los siguientes: Isabel Cecilia González Glennie, José Antonio Nieto Bastida y Yara Faride Briceño Chablé.
Como apéndice a esta columna, quiero reiterarles el agradecimiento y el cariño a todas las personas que me están pidiendo que siga escribiendo. No creo exagerarles al señalarles que me agoté física y mentalmente este semestre por exceso de trabajo. Creo que ya me voy encontrando mejor y quiero regresar a escribir.
La selección de candidatos a posiciones de elección popular va a dar mucho juego para los comentarios.
Necesitamos como sociedad civil seguir expresando nuestras opiniones, y no permitir que la lógica aplastante del poder político nos limite, o nos impida expresarnos. La libertad de expresión ha sido muy dañada en las últimas semanas, pero los ciudadanos debemos de seguir expresándonos, seguir opinando y lanzando al debate ideas y especialmente acciones dinámicas que nos permitan profundizar en la democracia.
¿Qué sería del mundo sin la opinión de tantas personas que a lo largo de la historia no tuvieron miedo al poder? Ahora es el momento de luchar por la independencia de los poderes, por el cuestionamiento de las mafias políticas, y de mostrar nuestras opiniones, sabiendo que nos podemos equivocar, pero contando con la necesaria tolerancia que los demócratas debemos tener para respetar las opiniones de los demás; estemos o no de acuerdo con las mismas. Las redes sociales nos han abierto un mundo, ahora debemos saberlo aprovechar… ¿se atreverán los gobernantes a mandar a la gente a la cárcel por opinar con datos y argumentos en la mano? Lo veremos…
Add Comment