13 de enero de 2019
La crisis de la gasolina en México; la supuesta cancelación de la construcción del nuevo aeropuerto internacional en Texcoco; la utilización de las fuerzas armadas como brazo ejecutor de la administración pública; el reciclaje de políticos de cualquier signo partidario a cambio de lealtad y la convocatoria de consultas populares poco representativas muestran con claridad un estilo de gobierno autoritario y poco novedoso.
México tiene un pueblo que tiene poderosas razones para ser desconfiado, y una gran capacidad para sobrellevar situaciones adversas con relativa paciencia. En amplias capas de la sociedad existe un gran deseo de modernidad, y de que se moderen actitudes de rapiña pública y corrupción -a las que se han sumado de forma desaforada las élites políticas tradicionales y los sindicatos-.
A finales del año 2018 el Gobierno anunció el corte del agua en el Valle de México, para cambiar una pieza en la infraestructura del sistema de abasto de la zona metropolitana. La crisis se alargó más de una semana, y la sociedad supo esperar de una forma muy tolerante. Se manejó una amplia cobertura informativa, y ni siquiera hubo protestas cuando resultó que la famosa pieza no pudo ser instalada por fallas en el diseño de la misma. En cualquier sociedad democrática, en la que el ciudadano exige derechos y respeto, hubiera habido muchas protestas y el gobierno hubiera enfrentado serios problemas.
La semana pasada AMLO provocó de forma repentina y sin avisar una crisis de distribución de gasolina que nos dejó a todos sin respiración. De repente en siete estados de la República y el área metropolitana de la Ciudad de México se empezó a racionar la gasolina que podía adquirir la población. En un principio muchas gasolineras no vendían más de 15 litros por consumidor, y en pocas horas, empezaron a cerrar por desabasto. Dependiendo el lugar, en los siguientes días, los centros despachadores de gasolina, empezaron a abrir de forma desordenada y se organizaron filas que podían durar de una hora, en los casos benignos, a las casi veinte horas. Todavía es pronto para poder emitir un juicio sobre las consecuencias de esta decisión presidencial sobre la vida de las personas (medido en tiempo perdido, en desabasto de bienes básicos y de movilidad).
El gobierno de México, en este caso, manejó una política informativa diferente. No avisó del problema que iba a generar, y cuando éste se presentó, inició una intensa réplica en la que señaló la importancia de la lucha contra la corrupción y el robo de combustible, por parte de los funcionarios corruptos de PEMEX. Paradójicamente, empezó ganando la batalla de la opinión pública, y muchos de los ciudadanos, en lugar de reclamar un trato más respetuoso, se unieron en la cruzada contra el “huachicol”, sin saber muy bien en lo que se embarcaban.
En este ambiente de gran desconfianza, existe la inquietud de saber si el presidente está actuando de forma honesta, o si todo esto no es más que un circo de simulación para afianzar su poder, y para que dentro de tres o cuatro semanas no se vuelva a saber del tema nunca más, y se siga actuando de forma similar. ¿Se está generando una crisis para acabar con el robo de combustible, o para que todo siga igual, generándose una imagen artificial de combate a la corrupción? Si ello es así, Andrés Manuel afianzará su imagen en el corto plazo, pero en el mediano y largo plazo ello generará mucha frustración en amplias capas sociales que hoy apoyan estas medidas. Esta inquietud es lícita y surge por la gran coalición que MORENA está conformando. El Movimiento de Regeneración Nacional es un grupo partidario poco consecuente que integra, a cambio de trabajo y lealtad, a políticos de diferentes orientaciones ideológicas, en muchos casos con historiales de corrupción muy conocidos. Esa no es la mejor carta de presentación, y genera muchas preguntas sobre la honestidad y voluntad real de cambio de Andrés Manuel y su equipo de gobierno.
El estilo de gobierno del nuevo presidente mexicano es muy parecido al del panista Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012). Basa su discurso en la urgencia de que el Estado no ceda terreno frente al crimen organizado y la corrupción; sin embargo, no presenta medidas convincentes de fortalecimiento de las administraciones públicas y de la independencia de los poderes públicos; sino que utiliza a las fuerzas armadas como instrumento para “gestionar” la situación frontalmente.
En el caso del primero, esa política frustrada de recuperación por parte del estado del poder territorial, ha llevado al incremento espectacular de las tasas de homicidios y violencia en el país. En el caso del segundo, no sabemos cuales van a ser las consecuencias. Sin embargo, y a pesar de que los votantes que apoyaron a AMLO, ven al panista Calderón como la reencarnación del mal, si puede señalarse que la política es muy parecida y que se fundamenta en el profundo autoritarismo de los tomadores de decisiones que impulsan estas acciones.
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