El trabajo de un investigador

21 de noviembre del 2019

Hace ya muchos años, mi compadre Juan Pablo Carricart Ganivet, bisnieto del famoso literato español de la Generación del 98, me dijo que un colega suyo le había dicho que al ingresar al Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT, se daría cuenta que ya publicaría artículos académicos por gusto, sino por obligación.

No es tan así; el gusto, el oficio, no desaparece, pero sí es cierto que seguirle el ritmo a las evaluaciones cuatrianuales es complicado y no te puedes relajar (una muestra más que la vida se nos escapa en un suspiro).

Hay de investigadores a investigadores.

Los que se pueden encerrar en un laboratorio, o en su oficina todo el día representan un perfil determinado, y suelen ser los más productivos. Normalmente trabajan en un centro de investigaciones y dan muy pocas clases. Es un privilegio, pero también es complicado. La soledad del investigador deprime, y eso no está al alcance de todos.

La mayor parte de los académicos de tiempo completo investigan, hacen gestión, dan clases, imparten conferencias y asisten a congresos. Es más complicado ser productivo, pero el contexto te jala, y aunque sea de panzazo vas sobreviviendo.

Otros tienen tiempos parciales, y dan clases en todos los lugares que se dejen. Su vida es movida y no tienen tiempo para sentarse ni a comer en su casa. Esos normalmente no alcanzan a producir para ser reconocidos por CONACYT, pero si lo hacen pueden publicar cosas interesantes.

Otros dan clase, se dedican a la consultoría, a la prensa, a la política y a lo que el cuerpo alcance. Ni siquiera intentan entrar al SNI, pero no les importa el reconocimiento moral y tienen la vida económicamente encarrilada, por lo que no les molesta no recibir tampoco el estimulo esconómico del SNI.

Hay otro tipo de investigador. El funcionario público, o directivo de una gran empresa, que se dedica a sus cosas; pero que quizás puede llegar a publicar uno, dos o varios textos de excelente calidad. Combinan una gran experiencia en el mundo profesional con un riguroso conocimiento de lo que se escribe en su campo: éstos pueden hacer grandes aportes al conocimiento.

En el mundo académico también hay muchos excelentes profesores, a los que no les interesa la investigación, pero que son óptimos replicadores del conocimiento.

Finalmente, como en todos los gremios hay mucho simulador, flojo, perverso o loco; pero contra eso poco se puede hacer.

En esta vida tan rápida, es difícil escoger el nicho en el que nos queremos situar profesionalmente, la vida te lleva.

Yo quiero mantenerme en el que va de panzazo y se mueve mucho; pero sí me gustaría, más adelante, tomarme mi tiempo y escribir dos o tres cosas relevantes.

El sistema de estímulos del CONACYT conspira contra ello, pero algún día quizás me podré dar el lujo.

De momento he de tratar de ser constante, luchón y sobrevivir con la mínima simulación posible.

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