No me considero una persona especialmente valiente. Más bien soy un privilegiado, que ha tenido suerte y que de momento, toquemos madera, ha seguido contando sus aventuras. Algunas veces he transpirado más de la cuenta, he tenido que silbar para que se me pasara el miedo, y he seguido avanzando.
Una amiga cubana me dijo en Miami, hace ya 20 años, que «para atrás, ni para coger impulso». No es tan así, pero un poco de razón sí tenía. La vida es viaje y es incertidumbre. La aventura se encuentra en lo cotidiano.
El COVID da miedo, pero no podemos paralizarnos. Ayer fui a entregar un oficio a la Universidad de Quintana Roo, y tenía miedo de contagiarme; después fui al hospital, a buscar unas medicinas, y más tarde tuve que entrar al office depot para comprar una tinta de impresora, y me limpié los tenis lo mejor que pude en la alfombra sanitizante, por si se me había pegado algo en el hospital. Llegando a casa me bañé y puse la ropa a lavar.
Mi compadre es médico, y está todos los días en el espacio que a mí me generó ansiedad, tratando enfermos y arriesgando su vida. Los que trabajan frente al público, están parados, frente a la incertidumbre, porque no tienen otra posibilidad. Alguien tiene que cubrir esos espacios.
Hace diez años tuve que ir a San Cristobal de las Casas. Mi equipo de investigación de la UQROO estaba en un problema importante; no había de otra que ir. Me prestaron el Tsuru de la secretaría general y me lancé. Acababa de pasar una tormenta tropical. Cuando llegue a Palenque y vi las montañas por las que tenía que circular rodeadas de nubes, me tomé un pedacito de ansiolítico y me puse a silbar.
Mi reflexión en ese viaje era que todos los camioneros que me acompañaban en la ruta de las montañas estaban obligados a viajar; lo mío era un poco de pendejismo idealista por tratar de recuperar la imagen de nuestro equipo, que había quedado afectada por culpa de un error nuestro. Tres deslaves y 18 horas después, en lugar de las 11 habituales, llegué a la reunión. Lo mismo pienso ahora cuando veo a todos los que están obligados a estar en primera línea de la pandemia.
Me estresan los aviones. En 1992 hice mi primer vuelo largo a Amsterdam. Iba con un maestro a un congreso académico. Me debió de ver la cara de susto, porque me dijo: «relajate porque en esta vida vas a tener que viajar mucho». Dicho y hecho he ido y venido en aviones, de un lado para otro, y algunas anécdotas menores han sucedido, que me han dado miedo, En muchas ocasiones «despegando» he pensado, vamos a seguir adelante, este es el camino. Especialmente cuando es de noche y he tenido ese día mucho trabajo lo paso muy mal cuando el avión surfea sobre las turbulencias.
He tenido «sustos» manejando carro, que me han helado las venas, y que gracias a mi habilidad al volante, y a la suerte, me han permitido salir bien parado: una vez en Francia, a las diez de la noche, después de manejar todo el día, adelanté dos camiones, y por lo cansado que iba casi no me da tiempo de incorporarme a mi carril. Las luces que me hicieron, me llevaron a dormir en el primer hotel que encontré. En Guatemala adelantando a otro camión mi carro se ahogó, y tuve que arrimarme y pasar entre dos camiones; en Puebla otro tracto camión no me vio cuando yo le estaba adelantando y tuve que frenar y por instinto arrimarme sin chocar contra el muro de la mediana, porque él se movió hacia mi carril. Pasé por centímetros. Todos tenemos historias de este tipo.
El miedo tiene relación proporcional con lo desconocido, pero nuestra vida es incertidumbre. Tenemos que tomar múltiples decisiones, que inciden no sólo en nosotros, sino en la vida de otras personas, y sin embargo han de ser de ser tomadas. Todo «depende», como dice Jarabe de Palo, pero así son nuestras aventuras cotidianas. Los accidentes luego nos suceden por cosas impensables: hace poco me rompí el peroné poniéndole monedas a un parquímetro; y mi hermano se cayó la semana pasada en bicicleta y se rompió el codo bien feo (en la analítica le descubrieron que había brincado de forma asintomática el COVID).
La vida está hecha de decisiones, de trabajo, de incertidumbre, y de accidentes. Pasar fronteras en Centroamérica es una lotería: nunca se sabe si el agente estará de buenas o de malas, cuantas copias tienes que sacar de los documentos, a cuanto está cotizándose el refresco; si te van extorsionar, o si vas a pasar sin novedad. También lo es manejar en la Ciudad de México: ¿en dónde caerás en la trampa? Aunque un día en que les dí clase, un buen chico de tránsito me prometió ayuda eterna, señalándome que en donde tuviera problemas enseñara su foto.
Se me ha helado la sangre también al acabar alguna que otra columna. Y he pensado: soy un pendejo. Pero siempre, hasta ahora, he publicado. He recibido amenazas sutiles y otras directas. Me han informado a posteriori, que he estado a punto de perder el trabajo por lo menos en dos ocasiones por mis columnas: pero hasta el momento he tenido suerte.
El miedo es natural. Sin embargo, tenemos que ser capaces de superarlo. Mi compadre, y todos los médicos que se la juegan a diario tienen que hacer su trabajo, aunque no sean especialmente valientes, ni tengan que ser héroes. Las autoridades deben ayudarlos para hacer su trabajo en condiciones. No puede ser el descontrol y la falta de previsión que existe hoy en día.
Y nosotros hemos de seguir viviendo con optimismo, a pesar de la adversidad, porque «la muerte ya vendrá», como decía Pau Donés, y entonces no podremos hacer mucho.
Me desgarra ver los mensajes de dolor que se encuentran en redes sociales. Esta crisis es muy seria, y va a generar mucho dolor, pero no podemos, ni debemos resistirnos a esperar. Debemos salir, silbando, o como sea, y entre todos aprender a vivir en estas condiciones y a luchar.
Hemos sido una generación afortunada. Nuestros abuelos, y algunos de nuestros padres vivieron en medio de crisis mayúsculas. Ahora que confiábamos en una esperanza de vida larga; la cosa se nos complica; pero no tenemos de otra, porque está es la vida que nos tocó vivir. Ojalá la crisis no dure mucho y regresemos a una normalidad más o menos previsible de la cotidianidad.
4 Comments
Disfrute su artículo tiene toda la razón
Muchas gracias. Saludos
Me encanto . Excelente Articulo. Motiva a seguir adelante como dice para atras ni para coger impulso. Tengo un hermano medico y cuñada se la juagan diario. Dios bendiga este gremio y las enfermeros, igual muchas personas le ponen en frente a eto. <hay que seguir con valor , enfrentarnos al dia a dia. la vida continua, otras epocas tambien fueron muy dura. gracias. feliz dia.
Muchas gracias. Saludos
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