8 de agosto 2020
La laguna de los siete colores y su municipio, que esencialmente es rural, requerirán después de la pandemia una administración que la consolide como un destino turístico sustentable. Debe privilegiarse el crecimiento, y abrazar la vocación turística inteligente que tienen muchos de sus ciudadanos. Para ello debe desaparecer una clase política antigua, corrupta, profundamente machista, antiecologista, chismosa y que únicamente defiende sus intereses patrimoniales particulares.
Desde la conformación de Bacalar como municipio en el año 2011, un grupúsculo de poder tradicional ha pretendido secuestrar al municipio y enriquecerse a costa de la tierra y del impulso de una estructura hotelera que no está cumpliendo con los requisitos mínimos para el mantenimiento sustentable de la laguna. Se ha evitado la aprobación en cabildo, del Programa de Ordenamiento Ecológico Local y del Programa de Desarrollo Urbano, porque ello ha dado mayor libertad e impunidad al desarrollo desordenado de las elites, Finalmente no se ha fomentado una política que fomente plagicidas y fertilizantes orgánicos, para que, entre otras cosas, cuando llueva todo ese veneno no acabe en la laguna por las filtraciones.

Una clase política miope no puede gobernar un destino que requiere de cuidado, justicia y una idea de conjunto, que permita generar trabajo de largo plazo para la gente, sin que se vuelvan a cometer muchos de los errores en los que incurrió el norte del estado.
Los ejidatorios y varias asociaciones gremiales están integrados por unas pocas personas, que se dejan manipular por gente sin escrúpulos, que en lo último que piensan es en la comunidad. Reacciones viscerales en contra de cualquier tipo de desarrollo dan buena cuenta de ello: el crecimiento del aeropuerto en Chetumal, la no apertura del sitio arqueológico de Ichkabal, la falta de certeza jurídica de los terrenos del Aaron Merino Fernández, el debate viciado sobre el nivel de protección que debe tener la laguna, y los ataques absurdos entre ambientalistas y los que se acogen a un falso nativismo rancio, son algunas muestras de ello. También lo es el subdesarrollo del sur del estado de Quintana, y la falta de oportunidades de trabajo, que sólo se explican por la existencia de una clase política depredadora, que ha tenido históricamente un pensamiento estratégico limitado y egoísta.
El paso del tren maya va a ser un nuevo reto, entre los que quieren un desarrollo lo más sustentable y ordenado posible; y los gandallas que no sólo no piensan en el medio ambiente, ni en la sustentabilidad, sino que bloquean cualquier tipo de acción que pueda beneficiar a la comunidad.
En general en el sur del estado de Quintana Roo, existe una masa crítica ciudadana que debe acabar de ponerle el alto a todas estas mafias. El movimiento del 2016, y la esperanza del 2018 fueron importantes muestras del cansancio ciudadano.

Sin embargo, no se ha dado acceso a una nueva clase política. Las familias tradicionales, los adinerados, y los políticos de siempre se han acomodado, en los nuevos poderes y en estructuras políticas que han nacido viejas, y que no han pretendido hacer ningún tiempo de cambio.
El joaquinismo se rodeó de los desechos de un PRI corrupto, y permitió que ciudadanos con ánimos de revancha, poca preparación formal y ambición desmedida tomaran decisiones y siguieran hundiendo el estado. Por si fuera poco, se dejó manejar por un grupo de iluminados fuereños que no dejaron de despreciar lo local. ¿cómo no lo iban a despreciar, si se rodearon en sus primeros niveles de locales con pésimas condiciones, sean estas profesionales o morales?

Las administraciones de MORENA no han sido mejores. Especialmente Solidaridad, Othón P. Blanco, y el Congreso del Estado han seguido repitiendo los mismos vicios.
¿Eso significa que no se puede conformar una clase política útil? Hay que darles la oportunidad a los jóvenes universitarios locales, que se han tenido que autoexiliar en muchos casos. Se ha de rescatar lo bueno, que sí existe, y pensar positivamente en cómo desarrollar de forma adecuada tanto Bacalar, como todo el sur del estado en general.
Para ello se requiere liderazgos sólidos, y modernos. Profesionales a los que no les hayan regalado la vida, y que estén dispuestos a pensar en el bien colectivo; teniendo presente también que es imposible cambiar la cultura política de la noche a la mañana. Hay que ser pragmático y realista, pensando en el bien de la comunidad. Sólo así podremos crecer.
En Chetumal hay un empresariado más importante de lo que se quiere reconocer. Han invertido sus recursos en negocios en el norte del estado, y han sufrido, como todos, a una clase política que ha despreciado al sur. Estos empresarios tienen sus afectos en el sur, pero desconfían en que sea posible hacer las cosas de forma diferente.
Estos empresarios, que han sido exitosos en sus negocios porque sí son profesionales, tienen su paraíso y su descanso en Bacalar; y saben que con la clase política actual, no hay esperanzas: ni de desarrollo, ni de sustentabilidad.
Si son inteligentes, tienen que empezar a apostar económicamente por construir una clase política renovada y moderna.
Por otra parte, los ciudadanos que tienen cualidades, aunque no tengan los recursos económicos, ni provengan de familias tradicionales, deben empezar a agruparse, dejando de lado los colores partidarios, para que el sur del estado de Quintana Roo, salga del pozo en el que se encuentre, y entre todos les hagamos frente a los caciquismos miopes e hipócritas que han llevado al estado de abandono en el que se encuentra Chetumal, Bacalar, Carrillo Puerto y José María Morelos.
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