“Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Vivimos en un mundo de fariseos e hipócritas. Sin embargo, una cosa es una cosa, y otra es otra.
Navegar en el mundo de la política no está hecho para todos. Dicen que hay que comer mierda sin hacer gestos, o que quién se mueve no sale en la foto. Son muchas las formas de decir que en política hay que ser institucional y disciplinado. Sin embargo, hay momentos en que hay que llamar las cosas por su nombre, crear conciencia, y señalar con claridad las cosas que no están bien.
Hay dos características universales de los políticos: su soberbia, y su miedo al qué dirán. Cualquier detalle les puede arruinar la carrera política, y además, todos tenemos nuestro corazoncito. Por mucho blindaje que tengamos, las críticas nos hacen mella; especialmente las que tienen razón.
El otro día estuve cenando con una política importante, y señaló que ella no entraba al facebook. Se despertaba, hacía sus ejercicios y se marchaba a trabajar, y lo que dijeran los demás le traía sin cuidado. El no prestar atención a las críticas y comentarios puede ser una forma de mantenerse emocionalmente estable. Ciertamente, las redes sociales, que llegaron para quedarse, permiten que cualquier hijo o hija de vecino, nos parta la madre, sin conocernos, y sin tener idea de lo que platica. Por otra parte, los perfiles falsos, y los “comentaristas” con intereses, se dedican a filtrar insidias y “fake news” con una singular alegría. A casi todos estos ataques nos llegan, y nos afectan.
Recientemente otro político me señaló que mis escritos respondían a una estrategia personal, muy propia, que se enmarcaba, en el contexto natural de la lucha política. Ello me ha hecho reflexionar.
Su servidor tiene corazón. Es cierto que he sido muy crítico con algunas figuras políticas en mis escritos. También lo es que he molestado a poderosos, y que dependiendo de a quién le ha tocado recibir la crítica, unos u otros han festejado o condenado la columna. Sin duda me he equivocado y he podido ser injusto en alguna ocasión, por falta de información, o por haber incurrido en algún error. A pesar de ello, cada una de las líneas que he escrito han sido redactadas convencido de que lo que estaba señalando era cierto. No soy ni un hijo de puta, ni un inventor de historias, y mucho menos un calumniador amateur.
Me preocupa la democracia en Quintana Roo. Aunque suene idealista, creo que las estructuras políticas deben abrirse, incorporar a nuevos actores, y especialmente hacerse política pensando en los problemas de los ciudadanos. En ocasiones me desespero con los políticos de turno y señalo lo que pienso al respecto: y entonces se enojan.
Ese idealismo no debe confundirse con necedad ni con falta de comprensión de la realidad. Entiendo como es el mundo, y tampoco estoy libre de pecados. Entiendo lo complicado que es navegar en el escenario político, y la necesidad de llegar a compromisos, y acuerdos. No me asusta, e incluso no me parece mal. Así es la vida, y así debe ser. Sin embargo, como señalaba, una cosa es una cosa y otra, otra.
Estos últimos meses han sido especialmente intensos. Hace unas semanas señalé que una dirigente de un partido político había vendido candidaturas en Quintana Roo. A pesar de lo profesional que es esta persona, y de la coraza que pretende tener, la verdad es que le afectaron en lo personal mis expresiones. Por si fuera poco, la agarraron de piñata en las redes sociales, y le sacudieron bastante el polvo.
Días después me senté con ella en varias sesiones de negociación, y en ese espacio me quería ver ella…. Es una mujer inteligente y hábil, y hasta se ganó un pedacito de mi corazón. Estaba más afectada de lo que quería reconocer. Me largó una historia de telenovela impresionante. Era víctima de una campaña de desprestigio; le inventaban cosas, y la gente le quería mal. No lloró, porque no era la ocasión, pero ciertamente me impresionó. Me detalló detalles de los ataques, y hasta sentí lástima. Finalmente le susurré: “si me he equivocado te pido una gran disculpa”… y se lo repetí varias veces…
No me había equivocado, y lo sabía, pero era tal la escena de mujer despechada, que tuve que hacer a un lado mis evidencias y ser empático. A la pobre, me decía, hasta le cambiaban el nombre del padre de su hija. La verdad es que eso está muy mal. Acabó convenciéndome que ella tenía razón, y que yo era una mala persona. Hasta que la ví actuar … y me tranquilicé porque me quedé corto en mis apreciaciones iniciales. No hard feelings. Hay que ser profesionales; sin embargo, hay que señalar la verdad y la corrupción.
Insisto en que una cosa es una cosa y otra es otra.
Después de ser oficializadas las candidaturas de la coalición Juntos Haremos Historia en Quintana Roo, se ha desatado un debate intenso sobre la posibilidad de que Oscar Cantón Zetina, y MORENA hayan vendido posiciones en las presidencias municipales estatales. Sea verdad o no lo sea, lo cierto es que la idea ha calado con fuerza, y que buena parte de los candidatos ungidos tienen un perfil muy cuestionado.
A pesar del mal gobierno que existe en Quintana Roo, es muy posible que la coalición del gobernador obtenga la victoria en la mayoría de los municipios de la entidad. Si la coalición Juntos Haremos Historia no selecciona buenos perfiles para las candidaturas de diputados, es posible que no sólo no hagan nada de historia; sino que queden como un mero mal recuerdo. Sin estructuras, y sin “tropas” sobre el terreno, cómo pretenden ganar la gobernatura en el 2022.
Como mostró el PRI y el PAN, en política no se puede descansar en pasados gloriosos; y aunque la soberbia sea característica universal de la clase política; deben ser cuidadosos y elegir buenos perfiles, porque la gente se cansó de más de lo mismo y por eso votó por una transformación política.
Hasta el momento los políticos locales que apoyan a la 4T, pareciera que no entienden lo que esa idea implica en el cambio de hacer las cosas de la vida política. Cuando levantan los cuatro dedos y señalan que ellos representan esa transformación, a mí me suena a discurso falso y mentiroso; a letanía de la vieja izquierda mitotera, que se quedó en las fotografías del Che, y que no entiende ni siente lo que significa transformar una sociedad, ni buscar la igualación de los individuos y el bien común.
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