1 de mayo del 2018
El autoritarismo de Daniel Ortega y Rosario Murillo en la represión contra el movimiento estudiantil de abril del 2018, nos trae a la memoria la cara amarga del poder. Nos recuerda que la historia no deja de repetirse de una forma más o menos cíclica. Sin controles verdaderamente democráticos el poder absoluto es implacable. En este sentido, la mayoría de los populismos latinoamericanos no están garantizando estos controles.
La imagen de “amor y paz”, sembrada en medio de “árboles de la vida” de hierro pintado y mentiras; acompañado de un paternalismo falso que se considera “cristiano, socialista y solidario” es una gran mueca que refleja la imagen del populismo latinoamericano actual. El día de ayer Daniel Ortega le pedía a Dios la fuerza para ser instrumento de paz, y “para sembrar amor, cuando haya odio”. Anunciaba lo anterior en un escenario en el que se presentaba con camisa blanca, las manos alzadas y los ojos cerrados en señal de oración.
Sergio Ramírez dedicaba el premio Cervantes, recibido en España la semana pasada, a los “asesinados” en Nicaragua. Por su parte, Rosario Murillo, señalaba en televisión pública, que quienes se manifestaban contra el régimen eran “seres mezquinos, seres mediocres, pequeños llenos de odio, que todavía tienen la desfachatez de inventarse muertos”.
Jóvenes entre 15 y 35 años iniciaron el pasado 18 de abril una protesta en contra de reformas al Instituto Nicaragüense del Seguro Social. Esa misma tarde fueron reprimidos, primero por las fuerzas de choque de las juventudes sandinistas (que operan desde el 2007), y después por la policía y el ejército. Hasta el momento en que se escriben estas líneas son 63 los asesinados por el sandinismo oficialista, y más de 300 heridos (30 fueron ejecutados después de ser detenidos). La represión y las fuerzas de choque del régimen no son una circunstancia nueva; de hecho, ha sido algo recurrente en los últimos años. Lo que es nuevo es la resistencia de los estudiantes que perdieron el miedo en esta ocasión, rechazando el ataque y defendiéndose como pudieron.
La reacción institucional fue impresionante y muy violenta. El gobierno, que ya había advertido en el mes de marzo que iba a regular internet, porque los nicaragüenses estaban siendo influenciados negativamente por las redes, ordenó el cierre de las cadenas televisivas que estaban transmitiendo imágenes, y bajó los portales de “La Prensa” y “El Confidencial” para que no se transmitiese información de lo que sucedía. En esos eventos el periodista Ángel Gahona era asesinado en Bluefields -Costa Atlántica- de un disparo en la cabeza mientras transmitía las protestas por su celular.
Las redes sociales cobraron protagonismo y se convirtieron en el canal de comunicación que transmitió las protestas, y que mostró en vivo y en directo los asesinatos de los jóvenes; lo que no dejó duda, ni espacio a la especulación. A través de las redes se movilizó la sociedad nicaragüense.
Los jóvenes resistieron ataques en la Universidad Politécnica de Nicaragua, y ha tenido presencia constante en las calles; mientras que primero los empresarios, y después la iglesia católica convocaban a sendas manifestaciones multitudinarias el lunes 23 y el sábado 28 de abril que hicieron salir a la calle a buena parte de la sociedad nicaragüense.
Ésta fue la respuesta tanto de empresarios, como de la iglesia católica, al intento de ser utilizados por el gobierno sandinista, como canal de diálogo, para enfriar los ánimos y ganar tiempo frente a las protestas. El cardenal Leopoldo Brenes condicionó su mediación en el diálogo, a que en el plazo de un mes se dieran las condiciones para que Ortega mostrara apertura y garantías mínimas para la negociación. Entre lo que se pretende negociar, desde la sociedad civil, se señala, el fin de la represión, la libertad de todos los presos detenidos, la inclusión en el diálogo de todos los sectores sociales, y la negociación de una salida ordenada del presidente, así como la convocatoria de elecciones.
En los últimos 11 años Nicaragua ha recibido más de 4,000 millones de dólares de Venezuela. Con estos recursos, un acuerdo con los empresarios locales, y una apuesta por invocar un espíritu religioso en la nación, se ha ido desarrollando la gestión gubernamental de Daniel Ortega y Rosario Murillo en la última década. El final de los recursos venezolanos, y la necesidad de aplicar recortes y reformas drásticas en la gestión pública, es lo que se encuentra detrás del estallido popular, que no ha aguantado más el autoritarismo represor de sus gobernantes.
Ortega va a intentar mantenerse en el poder tal y como Maduro lo está haciendo en Venezuela. La derrota electoral de 1990 le sirvió de experiencia. A pesar de que compartió el poder con el liberalismo, a través del control de la Asamblea Nacional y las instituciones de justicia, hasta que regresó al poder en el 2007, no tiene ninguna intención de abandonar un poder que comparte con su familia, y que ha ido concentrando en los últimos años de una forma muy poco democrática.
Su primer movimiento ha sido provocar la jubilación de la jefa de la Policía Nacional Arminta Granera (a la que había aumentado de forma artificial su periodo de mando); sin embargo, todo el mundo sabe que el verdadero jefe de la Policía Nacional es su consuegro el Comisario General Francisco Díaz, por lo que las cosas no van a cambiar. Ha cancelado la reforma del Seguro y ha tenido un par de intervenciones públicas. Finalmente, el día de ayer convocó a una gran manifestación a funcionarios públicos en apoyo a su gobierno, en un intento por recuperar las calles. En su discurso no sólo no reconoció la torpeza de su administración, sino que acusó a los ciudadanos de haber amenazado la paz, señalando que lo sucedido era producto “de una tenebrosa conspiración de los instigadores de siempre”.
En este contexto tendremos que ver que sucede en las próximas semanas. La sociedad civil busca un diálogo para retomar la senda democrática, pero Ortega invoca el mismo para agarrar oxígeno y no tiene ninguna intención de abandonar el poder. Nicaragua es mucho más débil que Venezuela, pero el Gobierno es el que tiene las armas y los recursos.
La comunidad internacional se ha fijado en Nicaragua y ello puede pesar en un momento en que los populismos pierden fuerza en la región, a pesar del más que posible triunfo de Andrés Manuel López Obrador en México. Anonymous lanzó esta semana un ataque contra los principales portales informativos del gobierno nicaragüense: El 19 Digital, y los portales de la Asamblea Nacional, la Procuraduría General de Justicia, Aeronáutica Civil, Canal 6, el Instituto de Cultura y la Juventud Sandinista han sido severamente afectados por estos ataques. Tendremos que ver la reacción de la Organización de Estados Americanos, y de otros países en la gestión de un conflicto que no aventura una solución ni sencilla, ni rápida.
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