México tras la asunción de Donald J. Trump como Presidente de los Estados Unidos.

La percepción pública negativa sobre la eficiencia del Gobierno para resolver problemas en México se ha incrementado con el paso de los meses. Esta debilidad, fue aprovechada por el candidato a la presidencia de los Estados Unidos, que rescató el problema “mexicano”, como un asunto interno propio, al ubicarlo como eje programático de su campaña. En su opinión la mala influencia de México y de los mexicanos se resuelve con tres medidas: la deportación de los indocumentados que se encuentran en territorio estadounidense, la construcción de un muro que recorra toda la frontera, y la cancelación del Tratado de Libre Comercio.

El Gobierno de Enrique Peña Nieto inició su sexenio en un escenario relativo de esperanza. Las consecuencias de la guerra contra las drogas de Felipe Calderón (2006-2012), pesaban mucho sobre la población. Peña Nieto convocó el Pacto por México, para impulsar de forma consensuada una serie de reformas “necesarias” para la modernidad del país; y señaló que en asuntos de seguridad iba a privilegiar una estrategia preventiva, sobre la reactiva con el objetivo de buscar la reducción de muertes violentas.

Lo cierto es que la política de seguridad tuvo continuidad, y que tanto el Ejército, como la Marina se hicieron presentes en buena parte de los escenarios del combate contra el crimen organizado. Las políticas de prevención del delito fracasaron, y la reforma policial (especialmente centrada en los Estados y municipios), iniciada a principios del sexenio del presidente Calderón se arrastró sin resultados positivos, consumiendo una gran cantidad de recursos públicos (137 mil millones de dólares desde el año 2008 al 2015).

Esa esperanza relativa, se ha transformado en frustración y agotamiento, lo que ha provocado que la legitimidad del gobierno de Enrique Peña Nieto se haya visto afectada muy seriamente. A ello han contribuido, entre otras, las siguientes situaciones: la desaparición de normalistas en Ayotzinapa, y las violaciones a los derechos humanos en las que se han visto envueltas de forma recurrente las Fuerzas Armadas. La corrupción y el enriquecimiento escandaloso de gobernadores, secretarios de Gobierno, y del propio Presidente (que se evidenció al mostrarse las fotografías de la “Casa Blanca”, residencia particular propiedad de la esposa de Peña Nieto). El autoritarismo, la persecución contra periodistas y contra la libertad de prensa, simbolizado por el pleito entre Carmen Aristegui y el Gobierno, y por el importante número de periodistas asesinados en el país. El aumento exponencial del endeudamiento de Estados clave de la República, y la impunidad sobre los responsables (Coahuila, Veracruz, Chihuahua, Quintana Roo, Tamaulipas, Michoacán entre otros). La fuga del “Chapo”, el narcotraficante Joaquín Guzmán Loera de la prisión de Alta Seguridad de Almoloya, a través de un túnel de película. Finalmente, ha contribuido a enrarecer la situación, las consecuencias de la reforma energética y el aumento en el precio de las gasolinas, que ha venido acompañado por una fuerte devaluación del peso frente al dólar.

México sigue siendo un país con una economía sólida, y cuenta con una importante clase media (a pesar de la enorme proporción de población que vive en niveles de pobreza y pobreza extrema).  Si bien los costos de la inseguridad son elevados, también es cierto que excepto en determinados espacios, y momentos concretos, la presencia del Estado es la suficientemente, como para garantizar que la vida cotidiana sea previsible. Existe una importante industria nacional y extranjera, una gran inversión en el sector de las telecomunicaciones, el turismo es una actividad consolidada y genera una gran cantidad de ingresos; y también hay un sector agrícola y ganadero que ofrece beneficios aceptables.  A pesar de los problemas, de las percepciones negativas, y de las situaciones complicadas, México sigue siendo un país importante, que funciona y que ofrece condiciones aceptables para impulsar negocios, como muestran no sólo los índices económicos internacionales, sino la preocupación de Trump, que se ha tenido que ver en la obligación de lanzar amenazas a las principales empresas automotrices del mundo para que abandonen sus inversiones en México, y que regresen a invertir en los Estados Unidos. La propia afirmación que el Tratado de Libre Comercio estaba beneficiando a México y afectando seriamente a las empresas estadounidenses es una muestra de la importancia del país. Como sin duda lo es, el que el propio Presidente de los Estados Unidos tenga importantes inversiones turísticas e inmobiliarias en México especialmente en el estado de Quintana Roo, y en Baja California, así como otro tipo de negocios en otros sectores económicos.

El candidato Republicano a la Presidencia de los Estados Unidos, aprovechó la coyuntura para centrarse en un electorado sensible, que se sentía amenazado por la mano de obra no sólo mexicana, sino también centroamericana. Golpeó sin piedad, aprovechando la imagen negativa que existe en muchas personas sobre la situación política y social en México, y fomentó la xenofobia y el oído racial.

Sin embargo, no calculó que una vez en la presidencia debe negociar con México. La frontera entre los dos países es demasiado amplia, y los problemas de seguridad compartida se encuentran tan interrelacionados, que los Estados Unidos no pueden prescindir de la cooperación mexicana.

Según revelaciones recientes, Trump amagó en una conversación con el Presidente Peña con la idea de enviar soldados estadounidenses para cubrir las misiones que agencias mexicanas realizan, en la cooperación con los Estados Unidos. En la actualidad México es el único país del mundo en el que existe presencia de todas las agencias de seguridad estadounidenses. Una escalada en la agresividad, requeriría de la aprobación de su legislativo, y sería muy contraproducente para los Estados Unidos. Se ordenaría la expulsión de las agencias de seguridad, y se rompería la cooperación. En caso de que el Congreso aprobara una “intervención”, sería muy costosa de mantener económicamente, y sin duda la comunidad internacional vería de forma muy negativa esta situación.

Ante este escenario tan complejo, Donald J. Trump no tiene otra opción que la negociación, que es lo que México y la comunidad internacional desea. Esta circunstancia va a debilitar la posición política de Trump que va a pagar por sus imprudencias y excesos verbales.

España tiene un gran número de intereses, inversiones y empresas en México. De acuerdo a la Secretaría de Economía de México, las exportaciones españolas se situaron en el 2016 en 3,704 millones de dólares; las importaciones en 2,677 millones de dólares (en el 2012 y 2013 fueron de 5,800 y 6,200 respectivamente). A España le importa la estabilidad social, política y económica de este país. Debe mantener una posición de apoyo a la sensatez política, y defender los intereses económicos propios. Para ello debe liderar el esfuerzo de la Unión Europea para que las fobias presidenciales estadounidenses se atemperen y regresen a la racionalidad. Sin intervenir en cuestiones políticas internas, también debería apoyar a la sociedad civil mexicana para que reformas como las de las policías en estados y municipios se conviertan en realidades, y que el Ejército y la Marina regresen a los cuarteles. Del mismo modo se debe insistir en que la impunidad de la clase política mexicana se acabe. La sociedad civil mexicana, reclama avances democráticos en transparencia, y accontability. La comunidad internacional puede apoyar para que estas demandas se traduzcan, a través de la presión diplomática. México debe pasar del dicho al hecho en muchos aspectos relacionados con la calidad de su democracia, y posiblemente vería con buenos ojos un apoyo inteligente, que no sea interpretado como una intromisión en la política interna nacional.

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