Huracanes e incendios: ¿estamos protegidos?

Manuel EK

A Fondo La Revista

12 octubre 2011

En la vida nos suceden dos tipos de cosas: las ordinarias, que podemos prever, y las extraordinarias que pueden pasar, pero que quién sabe cuándo. En política, los aspectos ordinarios, rutinarios; los problemas que se nos presentan regularmente se enfrentan con políticas públicas consistentes, los eventos extaordinarios se sobrellevan de la mejor manera posible, sobretodo encomendándonos a todos los santos.

En Quintana Roo, cada año tenemos incendios, derivados de las quemas agrícolas, y de la maldad de algunas personas, y nos enfrentamos a los huracanes, que irremediablemente tocan a nuestra puerta año con año. Es decir son problemas cotidianos que deben ser enfrentados  con políticas públicas consistentes. La fe en este caso se vive de una forma más discreta, más personal, porque el estado tiene políticas pensadas para protegernos, a los individuos, a las propiedades, y nuestras actividades comerciales.

Acabamos de pasar por la época de incendios. La percepción general es que el estado estaba ardiendo sin control, por el tremendo calor, la falta de lluvias, y la dificultad que sin duda tiene el enfrentarse de forma efectiva a este fenómeno. El gobernador tuvo que soportar muchas críticas, la mayoría de las cuales, aunque dolorosas han sido atinadas. Ciertamente es difícil el combate contra los incendios, pero existen precedentes en otros países, que ardían de punta a punta en el pasado, y que se concentraron en la prevención, la acción, y el castigo contra los “culpables”, y que lograron reducir este problema. Se deben conocer e impulsar estas políticas.

En el caso de los huracanes somos afortunados de no tener en la mayor parte de Quintana Roo grandes ríos ni montañas. Excepto en la Ribera del Río Hondo, y en el sistema lagunar que circunda Chetumal, el resto de nuestro territorio, pareciera que hubiera sido diseñado para recibir con los brazos abiertos a nuestros visitantes más persistentes y fieles: los huracanes. La gran suerte de la mayoría de los quintanarroenses es que viven en construcciones que soportan los vientos sin excesivos problemas y el problema quizás es el de evitar la inundación en lugares donde los drenajes no funcionan bien o no existen, y la caída de árboles y objetos volantes.

Tenemos condiciones para soportar huracanes. ¿Pero significa esto que sólo con avisar que viene huracán, conocernos de memoria los colores de aproximación del fenómeno hidrometereológico, y guardarnos en casa, ya tenemos una protección civil eficiente y profesional? Nop.

Deberían existir políticas reales de prevención. Si se publicitara el plan DN-III la mayoría saldrían corriendo, por ser este un programa meramente reactivo y muy general (prácticamente es un inventario desactualizado de picos y palas). El gobierno del estado debería tener unidades especializadas, aportar conocimiento y dar ejemplo, no sólo sacando pecho por el saldo blanco que nuestras condiciones naturales nos permite presumir. Hay que mejorar también la predicción y escuchar a los expertos. He de confesar que yo era de los que renegaba del mayor Nemesio porque no entendía sus coordenadas, ni era capaz de señalar en donde se encontraba el huracán con sus explicaciones. Sin embargo en los últimos años le he visto acertar en varias ocasiones, y ver como Félix miraba a otro lado y desconocía el consejo del meteorólogo experto. En ese sentido creo que debemos retomar el respeto por el “mayor”, y a lo mejor, ponerle al lado alguien que le explique al público lo que el experto señala.

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