20 de agosto 2016
Ser profesor de la Universidad de Quintana Roo ha sido para mí una de las satisfacciones más importantes de mi vida. Llegué con 33 años de edad y ya ha llovido desde entonces. He visto momentos buenos, malos y regulares. El principal logro de la UQROO ha sido que muchísimos jóvenes de todos los niveles sociales hayan podido estudiar sin salir del estado. Las consecuencias de este hecho aparentemente tan normal están siendo ya muy visibles ya en el estado. La conciencia crítica de nuestra sociedad, y el ánimo de libertad se ha consolidado cada vez más.
Me alegro que Angel Rivero Palomo nos presente los logros de la Universidad. Somos lo que somos y hay más cosas buenas que malas. Muchos profesores y administrativos trabajan y hacen lo suyo de forma silenciosa y constante; y yo siempre estaré orgulloso de haber sido parte de la UQROO.
Lo he dicho a quien me ha querido escuchar. Frente a los cantos de sirena y la ambiciones personales de algunos: la UQROO necesita respeto por parte de los gobernantes, recuperar su autonomía financiera tradicional y que se cumpla sin fisuras el reglamento.
La UQROO necesita crecer físicamente, superar los complejos de unos cuantos y ser entendida por los gobernantes no como una dependencia de gobierno más, sino como una institución de educación superior en el que el debate y la creatividad deben ser fomentados y protegidos. La UQROO requiere de estabilidad y de proyectos de largo alcance. Le quiero agradecer al actual Rector por la información y por el cariño que le tiene a la institución de la que es egresado. La gran mayoría de trabajadores silenciosos están orgullosos de que las cosas marchen y están satisfechos de la estabilidad en la que se encuentra la UQROO.
Particularmente he de hacer un reconocimiento público. En la campaña electoral, por la linea que siguieron mis escritos y mi posición política, recibí varias amenazas muy serias. Algunas de carácter físico, y otras relacionadas con el ámbito laboral desde personas cercanas al gobierno.
Nunca sentí que las autoridades de mi universidad me impendiesen expresarme. Nunca recibí la más mínima indicación. Eso hay que celebrarlo porque la madurez política y la civilidad presidieron este proceso en la máxima casa de estudios. Doy las gracias por ello.
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