Breve Reflexión sobre la política penitenciaria en Quintana Roo

14/07/2016

Nos acordamos del sistema penitenciario cuando hay fugas, y cuando se captura a los que se escaparon. Esto no puede continuar así.
Las cárceles no son espacios en el que se acumulan «indeseables», esperando en las condiciones que sea el cumplimiento de sus penas. Muchos ciudadanos lo ven de esta forma, y piensan que los que agraviaron a la sociedad se deben «pudrir» sin remedio. Se olvidan que los internos siguen siendo personas, y que requieren de condiciones aceptables para cumplir con su sentencia. Una cosa es justicia y otra venganza.
No tienen en cuenta los que piensan así que la mayoría de los internos ni siquiera tienen un sentencia firme. Ni son conscientes, que muchos regresarán a la sociedad.
La seguridad penitenciaria no se da por obra y gracia del espíritu santo. Se da porque hay una planeación adecuada, porque se invierten recursos, porque se cuenta con instalaciones dignas, y porque hay un personal capacitado y motivado para cumplir con sus funciones.
Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos las prisiones de Quintana Roo son las que peores condiciones se encuentran de todas las del país. No podemos seguir dándonos ese lujo. Se debe proceder en la nueva administración a reformar todo el sistema estatal de seguridad pública, y aceptar el reto de tener un sistema penitenciario moderno.
Los riesgos siempre existirán. El Chapo Guzmán se fugó de una cárcel de alta seguridad, y estaba vigilado 24 horas, según señala Raymundo Riva Palacio, tanto por el CISEN como por inteligencia de la Policía Federal. Sin embargo, ello no debe de detener nuestra voluntad para tener un sistema penitenciario justo para los internos, para los trabajadores que sirven a su país en esas instalaciones, y para la sociedad, que debe confiar que sus instituciones funcionan de la mejor manera posible.
Yo no quiero resignarme a escuchar de motines, de fugas y de autogobierno en las cárceles de Quintana Roo. Requerimos de buenos funcionarios, de recursos y especialmente de voluntad política, para lograr que lo que hoy en día es una bomba de relojería se desactive. Los ciudadanos debemos estar tranquilos, los internos han cumplir su pena en condiciones humanas mínimas, y los funcionarios de prisiones requieren de condiciones de trabajo aceptables y seguras para poder hacer un buen trabajo.

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