A Fondo La Revista
Manuel Ek
11 de septiembre 2011
En el lobbie del Congreso estatal el Dr. Manuel Alcántara, invitado por el poder legislativo, el Instituto de Administración Pública, y el Instituto Electoral de Quintana Roo, platicó sobre la democracia en América Latina. El catedrático español, fundador de la Asociación de Ciencia Política Latinoamericana, y reconocido investigador sobre las elites parlamentarias latinoamericanas y la democracia en la región, platicó, a pesar de los “ecos” del Congreso.
En primera fila se sentaron los líderes de los grupos políticos, y algún político local, como Cora Amalia, que escuchaba con la sonrisa dispuesta, lo que el español iba explicando. El resto de los diputados debían de estar escuchando a los ciudadanos en sus distritos, porque no se les vio en la sede del poder legislativo; la mayoría de clase política también tenía trabajo. Ciertamente, no tenían porque estar. A pesar de la mala sonoridad del auditorio, todo el mundo guardó silencio, pareció mostrar atención y la conferencia se escuchó sin problemas.
Entre otras cosas Alcántara habló de la importancia de la profesionalización de los políticos, y abogó a favor de la reelección. Nadie se sorprendió. Desarrolló toda una serie de datos en los que explicaban la correlación de fuerzas en los diferentes parlamentos latinoamericanos y su relación con los poderes ejecutivos: su conclusión es que cuanta mayor diferencia existía entre la ideología de los diputados, y la del Presidente, mayores problemas existían para que se aprobasen las leyes y viceversa. Nadie se sorprendió tampoco. Se miraban de reojo los datos relacionados con México y se asentía con la cabeza. Finalmente y después de hablar de otros temas, el profesor de Ciencia Política señaló que la función de un investigador era la de tratar de explicar los hechos, no la de conformar las agendas políticas, ni decirle a los diputados lo que tienen que hacer. Esto tampoco sorprendió a los que estaban presentes, que aplaudieron con entusiasmo la presencia del catedrático y la oportunidad de haberlo escuchado.
Iniciaron las preguntas de forma ordenada. En primer lugar se apropió del micrófono un ciudadano “desorientado”, que habló y habló, con más o menos sentido. Una vez consiguieron quitarle el micrófono –en el quinto intento-, siguieron los anfitriones. Los diferentes portavoces de los partidos añadieron al respetable su opinión sobre el tema de la conferencia, y lanzaron alguna pregunta sobre la situación política mexicana. Todo como de costumbre. El profesor respondió, y tampoco nadie se sorprendió.
Una vez más se habló de democracia sin babosadas –esta vez en el Congreso-. De forma directa y práctica. Nadie tomó nota. Alguno se hizo sus propias preguntas en voz alta, y en general todo el auditorio sonrió. En la sede del poder legislativo se platicó de democracia sin los diputados presentes, y con pocos miembros del ejecutivo en el auditorio. ¿A quién le interesa que se hable del funcionamiento de la democracia, y que se estudie de forma comparada el funcionamiento de la misma en América Latina?
A la clase política le interesa lo práctico, y están acostumbrados a palabras huecas, y a realidades complejas. Ojala algún día calara la idea que lo teórico no está alejado de lo real, y que es importante escuchar y pensar; aunque sea para reflexionar un rato, para agarrar aire y seguir sumergido en lo cotidiano. Aunque los académicos no tengan que definir la agenda, sirven, me refiero a los que no venden humo y son profesionales, para despejar momentos y mirar hacia el futuro. De momento a Greg Sánchez el juez lo liberó, y la SIEDO lo detuvo de nuevo. Tampoco nadie se sorprendió. Eso sí a alguno, muy gallo, le dio miedo.
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