18 de mayo 2020
Las contradicciones que se encuentran sobre el territorio en la gestión del COVID-19 son impresionantes y muestran desorganización, improvisación, falta de presencia responsable de la autoridad y manipulación política.
En la entrada de Ávila Camacho, viniendo desde Kuchumatán los vecinos han cortado la carretera, por lo que las comunidades de la zona rural de Bacalar no pueden acceder a la vía corta. Tienen miedo de que algún contagiado les infecte, y les vale un cacahuete interrumpir el libre tránsito de vehículos. Además amenazan de multar con 5.000 pesos si se «desobedece». Como en el caso de los linchamientos en Maya Balam, el alcalde de Bacalar, Alexander Zetina, no se aparece, y deja que la gente invente sus reglas.
Lo curioso es que mientras por este lado de la comunidad sólo hay árboles tumbados, por el acceso al poblado por la vía corta hay un grupo de «ciudadanos», con aire de querer linchar a alguien, y con espíritu chelero (aunque escasee el producto en estos días). Ninguno lleva cubrebocas y están todos bien juntitos sin guardar la sana distancia.
En Carrillo Puerto por su parte, el presidente municipal quiere mantener su imagen inmaculada, como si fuera una vergüenza contagiarse y contraer la enfermedad. Así se vende a los vecinos y comparte su ignorancia con los dolientes. La gente no se muere de COVID-19, sino de paro cardíaco. En el franquismo la gente tampoco se moría fusilada, sino de «hemorragia interna» (así aparecían en las actas de defunción tras perder la vida en el paredón). No contento con ello lanza sus perros a golpear virtualmente a una periodista que se atrevió a reportar información contrastada sobre la muerte de una paciente de Tihosuco en el hospital de Carrillo.
En José María Morelos hay un filtro de identidades, que te sella el carro hasta que abandonas la cabecera, pero parece que se están relajado ligeramente porque sólo en la entrada desde Chetumal hacia Mérida está el control. En las calles, por otra parte se hace vida normal, aunque mucha gente lleva cubre bocas; lo mismo está pasando en Chunhuhub y en la cabecera municipal de Bacalar. Pareciera que la sana distancia ya no fuera tan sana. El filtro de Chetumal se ha vuelto más racional, y ahora por lo menos te toman la temperatura. Sin embargo, la gente señala en la redes que vuelve todo el mundo a la calle y que se relajó el confinamiento.
No es nada sencillo gestionar está situación. La gente necesita comer y para ello requiere salir a la calle. Sin embargo, ello incrementa la posibilidad de contagio. En mi opinión se requiere de mayor información por parte de las autoridades. Una comunicación cercana y humana, que no se quede en el numerito estadístico, o en el consejo sobre las medidas básicas.
Se requiere de liderazgo inteligente activo, y no de autoritarismo sin sentido y acartonado.
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