Sobrevivir al COVID-19

24 de agosto de 2020

Hace un año nunca hubiéramos imaginado lo que se nos venía encima. El ser humano tiene una gran capacidad de adaptación. Saldremos como especie de esta pandemia, pero los costos van a ser incuantificables, tanto a nivel humano, como personal y económico.

De momento, llevamos todo el año 2020, estresados, tratando de entender cómo superar esta situación, adaptando nuestra cotidianidad a las circunstancias de la manera más normal posible. Y la gente está cayendo. A nuestros familiares, nuestros amigos y conocidos cada día los vemos formar parte de las esquelas, o de los comentarios luctuosos en las redes sociales. Nuestros muros están llenos de pésames y de sorpresas desagradables. A mí esto no sólo me genera tristeza, sino también miedo. ¿Cómo sobrevivir al COVID-19?

Todos estamos entendiendo sobre la marcha. Algunos, afortunados, han podido aislarse en sus casas, con la esperanza de que los científicos generen lo más pronto posible una vacuna. La mayoría, en México y en Centroamérica, no ha podido quedarse en su “trinchera segura”, y ha tenido que salir.

Al principio se pensó que cerrando las fronteras, aislando las comunidades, poniendo filtros “sanitarios” en las ciudades (que no eran más que patadas autoritarias), se lograría contener la pandemia. Otros hablaron de la “inmunidad de rebaño”, y fomentaron que los ciudadanos se fueran contagiando, con la esperanza de generar anticuerpos y en poco tiempo tener sociedades blindadas frente a la pandemia. Ni unas, ni otras estrategias han dado buenos resultados.

Nos hemos seguido contagiando. Los médicos, los químicos y todo el personal que se encuentra en este sector, en general, han hecho un trabajo sobrehumano excepcional; y también han ido aprendiendo sobre la marcha; sobre la enfermedad y sobre la manera de tratarla. También en el campo de la homeopatía, han salido tratamientos y esperanzas de todo tipo.

Los políticos, por otra parte, se han tratado de poner las medallas del esfuerzo de los investigadores; e incluso, lo que me genera desconcierto y aprehensión, se ha vuelto a plantear un contexto como el de la guerra fría y la carrera armamentística. Ahora todos corren por tener la primera vacuna, y parece que el más chingón es el que la logre en primer lugar, como si estuviéramos en las olimpiadas. La reacción de muchas personas, en favor de las posiciones de unos países u otros, es infantil, y está mediatizada por un antiguo filtro ideológico. Un aspecto que el coronavirus ni contempla, ni le importa.

Y en la cotidianidad.  ¿Cómo estamos sobreviviendo la pandemia? Con mucho dolor y miedo. Ciertamente son muchas más las personas que han superado la enfermedad, que las que han caído en el proceso. A estas alturas, salvo en el caso de gente que organiza grandes fiestas, o actividades colectivas absurdas, no sirve de nada estar repartiendo culpas, ni estigmatizar a las personas que contraen la enfermedad calificándolos de irresponsables.

En cualquier momento, en cualquier descuido, o ya no sabe seba cómo, nos contagiamos; y ya lo hemos oído, a la mayoría nos da de una forma diferente.

Todos hemos escuchado o vivido diferentes experiencias. El termómetro, el oxímetro, los cubrebocas, el gel antibacterial, el clorito de sodio, el naproxeno, el paracetamol, el ibuprofeno, la azitromicina, la dexametasona, la vitamina c, y la aspirina se han convertido en nuestros compañeros de viaje. Ahora todos somos expertos de lo que realmente no conocemos, y vivimos en una época de experimentos, y de prueba-error en los tratamientos. En este contexto, tenemos pavor de llegar al hospital, y en el caso de encontrar camas disponibles, que nos tengan que conectar a un respirador artificial.

Para muchos, el efecto más severo de la enfermedad es el miedo y la ansiedad. No es para menos, porque llevamos meses viviendo en la incertidumbre y la paranoia.

En estos días, cualquier gripa, inicialmente es tratada como coronavirus. No me parece mal, es mejor prevenir que lamentar. Nos decían, hace unos meses, que la mayoría superaríamos la enfermedad como si fuera una gripe más o menos intensa, y que serían muchos los asintomáticos, con capacidad de transmitir la enfermedad.

Ahora nos enteramos que no necesariamente estamos a salvo después de pasar por la enfermedad. Se generan anticuerpos, pero nos puede volver a dar; y además puede ser más fuerte; o sea que, de momento, se deben seguir tomando las medidas de protección personal de forma indefinida.

¿Cómo se vive una experiencia de coronavirus ligera? La fatiga es un elemento fundamental, a pesar de que los indicadores de oxigenación estén en niveles aceptables. La fiebre, el dolor de cuerpo y la tos profunda son características que nos acompañan en todo el proceso. Pero, en mi opinión, en estos casos, el miedo y la incertidumbre es la peor experiencia; porque uno no se sabe si tu cuerpo va a resistir, o si el dichoso virus te va a complicar más la existencia.

Una de las lecciones más intensas del proceso que estamos viviendo, es darnos cuenta de la fragilidad de nuestra existencia. Estamos acostumbrados a perder familiares por enfermedades más o menos largas; por accidentes, y todos los que tenemos algo de experiencia y sentido común, sabemos que no somos invencibles. Sin embargo, esta pandemia, por lo menos a mí me hecho ser mucho más consciente de esta realidad.

Estamos acostumbrados a que la medicina haya avanzado de forma espectacular, y tenemos una esperanza de vida larga. Eso es lo que esperamos y deseamos. Siempre confiamos que la técnica y la medicina nos arregle, como si fuéramos una máquina.

Conforme me voy haciendo mayor, me doy cuenta, que nuestro espíritu, en muchos casos, no envejece, y que nadie está realmente preparado para abandonar de forma repentina este mundo. Por más mayores que nos hagamos, seguimos teniendo esperanzas y ganas de seguir disfrutando de esta vida (independientemente de la riqueza o los medios que tengamos).

Hace unos días falleció una persona que admiro. Tuve la oportunidad de platicar con él, dos días antes de que muriera. A pesar, de que me cuentan, que se sentía débil; sin embargo, nosotros platicamos de trabajo. Estaba entusiasmado, dispuesto a leerse unas quinientas cuartillas, de dos libros que justo el día que falleció mandamos casualmente a imprenta para que iniciaran el proceso de edición.

Así es la vida y la muerte. A pesar de la certeza de nuestro fin individual, duele el que te encuentre en la esquina contigua sin avisar y sin estar preparado. Ese es el miedo profundo que genera el coronavirus; el enterarnos que nos morimos, sin que veamos el alba del día siguiente.

Sin embargo, como siempre, como especie sobreviviremos, porque tenemos una capacidad de adaptación espectacular. Quedará en la memoria de la mayoría esta experiencia, y el trauma nos acompañará quizás toda nuestra vida, sea esta larga, o se trunque repentinamente por cualquier circunstancia inesperada.

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