¿Qué hacer para recuperar la confianza ciudadana en Chetumal?

27 de septiembre 2020

La tarea de gobernar no es sencilla, especialmente cuando no hay ideas, ni voluntad, y los recursos se utilizan para otras cosas diferentes a las que se debería. Chetumal ha pasado de ser la capital política de Quintana Roo, a una especie de área de guerra, abandonada por una clase política insensible e incompetente.

La desconfianza y el enojo de la gente es totalmente comprensible. Un buen político, como decía el otro día Nicolás Lizama (Colinas), no debe guardar rencores; pero tampoco debe tratar de gestionar los asuntos públicos con los “cuates”, o con los compadres que piden y piden un hueso; si éstos son incapaces, corruptos profesionales, o unos buenos para nada.

Para recuperar la confianza hay que tener un proyecto claro, contar con un equipo inteligente y con aliados que te permitan no sólo ganar la elección, sino conformar un buen gobierno. Si no tienes interés en hacer las cosas bien, ni cuentas con un equipo profesional, ¿para qué te presentas?

El ejercicio del gobernante puede ser muy frustrante, cuando tu nombre se sigue manchando por valemadrismo y oportunismo. Si eso sucede cuando tratas de hacer las cosas bien, y te rodeas de gente que trata de resolver, ni modos, hay que aguantar; comprendiendo que la gente está molesta, porque la han engañado mil veces, y hasta en los sueños se despiertan mentando madres, y “viendo” como el político se enriquece a su costa.

El ejercicio de la gestión pública en casi todas las ocasiones es cansado y desgastante; porque todo el mundo quiere que se solucionen a corto plazo sus problemas particulares y ello es imposible. Sin embargo, la gente es capaz de distinguir un buen gobernante de uno malo, a pesar de las campañas de desprestigio que otros rivales inicien tratando de desacreditar la imagen. El caso de Orizaba en Veracruz es un ejemplo de que las cosas se pueden hacer bien y la gente lo agradece; especialmente si se contrasta con el de Córdoba, en donde mucha gente está decepcionada con sus administraciones.

Después de la ilusión de cambio del 2016, únicamente un año después la gente estaba muy enojada con Luis Torres Llanes; y en menos tiempo de Othoniel Segovia como presidente municipal ha sido despedazado en la percepción pública. Las redes son poderosas, y la reacción al anuncio de Carlos Mario de regresar al escenario político, con posibilidades de competir como diputado federal ha despertado comentarios mayoritariamente negativos. Se pudiera caer en el error de ignorarlos; sin embargo, la lección que aprendimos con la derrota de Luis Torres en 2018, es que no hacer caso a las señales es un error.

Chetumal, y el sur de Quintana Roo, no pueden permitirse el lujo de tener administraciones o representantes que los ignoren. Se requiere presentar ideas realistas sobre como gestionar los problemas, y equipos integrados por aliados y colaboradores que tengan la mejor imagen posible. Los políticos deben entender, que a pesar de las “purificaciones” de la 4T; ello no funciona a mediano plazo.

Raymundo Martín Gómez nos ha acostumbrado a subir en sus redes comentarios del tipo: “este político sigue cobrando sin hacer nada por Chetumal” o “¿se enriqueció en su cargo? O “¿ha hecho algo relevante?”. La verdad es que barre parejo, y prácticamente toda la clase política ha sido integrada en sus comentarios en sentidos similares: nadie se salva de “El crítico”. Lo cierto y real es que mucha gente piensa lo mismo; y que los que no nos libramos de los políticos mediocres somos los ciudadanos.

En estos tiempos se deben forjar equipos que demuestren con los hechos que tienen un compromiso claro con la gente y con Chetumal. Sólo así se recuperará la confianza ciudadana y se estará en condiciones de gestionar de la forma más eficiente posible los problemas de todos.

Son muchos los que se llenan la boca de palabras sobre el cariño que tienen a la tierra. Son pocos los que en verdad demuestran que quieren lo mejor para la ciudad que les vio nacer, o en la que se han desarrollado vitalmente durante muchos años.

La tarea es construir equipos sin rencores, sin soberbia, con inteligencia y convencer a la gente de que se quieren hacer las cosas bien, porque se ha aprendido de los errores, y porque se tiene un compromiso real de hacer las cosas bien. Ello no es sencillo en un contexto de desconfianza como el que existe, y precisamente por ello hay que mandar mensajes claros, y demostrarlo con los hechos.

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