A mediados del siglo XIX pueblos del Maestrazgo turolense como Las Cuevas de Cañart, Ladruñán, Santolea, Luco de Bordón, Dos Torres o Villarluengo tenían una población que iba desde los setecientos u ochocientos habitantes al millar. En esos momentos Castellote, Mas de las Matas, Mora de Rubielos o Calanda eran las urbes más cercanas sobrepasando los tres mil habitantes. Hoy día esos pueblos prácticamente no tienen población, o han desaparecido; mientras que las ciudades cercanas siguen siendo referentes regionales.
Son varias las razones del exilio y dispersión de las familias que habitaban esa zona: la pobreza, la falta de tierra cultivable, las consecuencias de la Guerra Civil española, o el simple deseo de buscar una vida mejor. Los apellidos de mi padre son Barrachina y Albalate. En el censo electoral de Teruel de 1946 únicamente quedaban 68 Barrachina mayores de 21 años en toda la provincia, y 69 Albalate. Los primeros como lobos solitarios se encontraban dispersos en diferentes pueblos de la provincia; los segundos estaban concentrados en tres o cuatro pueblos.
La mayoría de las familias se habían dispersado y posteriormente perdieron contacto. Lugares cercanos como Barcelona, las diferentes provincias de la Comunidad Valenciana, Francia, otras partes de Aragón fueron varios de los lugares de migración; pero también hay registros familiares de personas en Argentina, e incluso en los Estados Unidos.
A partir de 1914 la gente abandonó esas comunidades de forma masiva. La construcción del Pantano de Santolea, ocupando buena parte de las tierras cultivables e inundando el pueblo en los años 30, fue otro de los detonantes del exilio de mis familiares, y de sus vecinos (casi todos emparentados de una forma u otra). Durante decenios los apellidos Aznar, Ballestero, Barrachina, Albalate, Carceller, Fulleda, Barberán, Navarro, Galindo, Lecha, Giner, Escorihuela, Gascón, Espada o Balfagón, entre otros, estuvieron emparentados de una forma u otra.
Inicié esta reflexión porque desde hace muchos años no entendía porque mi abuelo, Joaquín Barrachina Aznar, después de abandonar Barcelona tras la Guerra Civil, regresó a su pueblo de origen, que era Ladruñán, y poco después volvió a exiliarse y se desplazó a cuidar y cultivar las tierras de otra persona en la huerta de Villanueva de Gállego (Zaragoza).
Yo sabía que mi abuelo, nacido en 1896, había migrado a Barcelona entre 1914 y 1915; que había trabajado como peón construyendo vías de los Ferrocarrils de la Generalitat, y que posteriormente había sido conductor de tranvías en la ciudad condal. Conoció a mi abuela Rosa Albalate Ferrer en Barcelona y allá nacieron mis tíos.
En Barcelona vivían muy cerca de la Plaza España, e Iniciada la Guerra Civil, mi abuelo siguió manejando el tranvía en la línea de Rambla Cataluña. Me había contado mi tío Pedro, que mi abuelo estaba afiliado a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), y que en noviembre de 1936 fueron al entierro multitudinario del líder anarquista José Durruti, en el cementerio de Montjuic.
Iniciados los bombardeos sobre Barcelona, mi abuela y mis tíos se regresaron a Las Cuevas de Cañart (pueblo vecino de Ladruñan y donde era originaria mi abuela), con su familia y mi abuelo continuó en Barcelona prestando sus servicios en el tranvía, hasta que al final de la Guerra, con la entrada de los nacionales, le propinaron una paliza y abandonó Barcelona.
Posteriormente, lo que yo sabía es que se instalaron en Villanueva de Gállego, y que allá nació mi padre en 1946. Con los años, él regresaría con mi tía Teresa a Barcelona, en donde trabajó, estudió, nacimos mi hermano y yo y en donde sigue viviendo en la actualidad.
El misterio se agrandó cuando mi abuela materna, Ignacia Biel Rupín (de Villanueva de Gállego), que era todo un personaje, antes de morir, me dijo al oido, que mi abuelo materno, su esposo Manuel Lisón Baudín, no fue comunista, sino republicano (el franquismo se encargó de hacer que los conceptos se asimilaran en el imaginario colectivo), y que mi abuelo Joaquín escondía rojos en la casa que cuidaba en la Torre del Bayle número 14.
Lo cierto es que mi abuelo Joaquín no habló nunca de política en su familia. Fue agricultor y murió en Barcelona, con nosotros, bien entrados los años setenta, sin hablar nunca de política.
José Barrachina Navarro, nacido a mediados de siglo XIX fue mi bisabuelo, y Teresa Aznar Ballestero mi bisabuela. Entre 1881 y 1924, fecha en la que falleció mi bisabuelo, tuvieron doce hijos, de los cuales siete fallecieron de niños y cinco sobrevivieron.
A partir de 1914 o 1915 mi tía Gregoria se fue a Francia, mi abuelo a Barcelona, mi tío Aquilino a Asturias; mientras que José se quedó con sus padres e Isabel se casaba y se iba a vivir al pueblo vecino de Dos Torres (Castellote). El contacto familiar se perdió totalmente (la memoria se borró), y es ahora que he localizado que Gregoria formó una familia en Francia, que Aquilino llegó a tener un buen número de propiedades rurales en Pola de Sueiro (Asturias), y que José e Isabel tuvieron familia en Ladruñan y Dos Torres. Yo nunca los conocí ni tuve contacto con ellos o sus descendientes.
Tuvimos algún contacto mayor con la familia de mi abuela. En un par de ocasiones viajamos de adolescentes a Las Cuevas de Cañart, y conocí a mi tío abuelo Manuel Albalate Ferrer, y fuimos a la boda de su hija Maribel, con la que en estos días he entrado en contacto (sigue viviendo en La Cuevas), gracias a Manuel Espada Fulleda, con el que me he apoyado para reconstruir esta parte de mi historia familiar.
En Barcelona mi tía Teresa especialmente tenía mucho contacto con mi tío abuelo José Albalate, su esposa María Gascón, y sus hijos (estos días también contacté a Rosa Albalate y me contaron que su hermano Jesús anduvo por Las Cuevas). Roberto, recientemente fallecido, trabajó con mi padre en el Puerto de Barcelona. Del resto de la familia (….) no tengo ni la más remota de las ideas. Es como si la tierra se los hubiera tragado, o como si su servidor, también lobo solitario migrante hubiera nacido en otro espacio, tiempo y lugar.
¿Por qué mi abuelo no se quedó en Ladruñán o en Las Cuevas de Cañart, en dónde tenía familia, y conocidos y se marchó a Villanueva de Gállego, en dónde no conocía a nadie, ni nadie le conocía? Voy a entrar en el terreno de la especulación, pero trataré de hacerlo con mucho respeto y cuidado.
Me cuentan que mi tío abuelo José Barrachina Aznar posiblemente fue alcalde de Ladruñán en la Guerra y que por no denunciar a sus vecinos tuvo que pagar consecuencias después del fin del conflicto. No he encontrado ningún registro formal que indique que ello fuera de esta forma, y lo cierto es que en 1946 aparece en el censo electoral de Ladruñán, y que tuvo hijos y nietos.
Sin embargo, no es descartable, porque tres hermanos de mi abuela, Manuel, José y Pedro Albalate (que eran más jóvenes), participaron en el conflicto, y una vez acabado el mismo estuvieron en campos de concentración en Francia y en Belchite, siendo liberados en 1943.
También lo es que casualmente, el apellido Barrachina Aznar se combinó en Mora de Rubielos y en Benifallim (Alicante), y que Amelia Teresa Barrachina Aznar, nacida en 1908, hija de Federico Barrachina Izquierdo (originario de Villarluengo) fue depurada por los franquistas como maestra de primaria después de la guerra. Por otra parte, en Alicante, José y Rafael Barrachina Aznar tuvieron que enfrentarse a un Sumarísmo, en el tribunal militar territorial primero; y su hermanos Antonio y Miguel Barrachina Aznar fueron fichados por la sección político y social por sus simpatías con la república.
Nunca se sabrá la decisión que tuvo que tomar mi abuelo. Pudo ser sencillamente, que después de la construcción del pantano de Santolea, ya no hubiera tierra que cultivar, y que el heredero de lo poco que hubiera fuera mi tío abuelo José; pero también tiene mucho sentido pensar que un militante de la CNT, aunque lo fuera pasivo, no quisiera ser incluido en el fichero de la sección político y social y privilegiase el bienestar de su familia.
Llegado a su pueblo se debió de encontrar un ambiente político hostil, en el que conocían a su familia, con tres cuñados encarcelados, y sus apellidos en sumarios franquistas.
Lo más sencillo, sin duda, era volver a migrar, a un lugar en el que pudiera empezar de nuevo.
Esta es una historia de migrantes que es común en muchas familias.
Hoy Ladruñán tiene 13 habitantes registrados, Las Cuevas de Cañart, 293; Villarluengo 169 y Santolea desapareció con las aguas del pantano.
¿Por qué tanta gente decidió abandonar las rocosas tierras del Maestrazgo turolense? Se lo dejo a los especialistas, pero queda abierta mi pregunta y la curiosidad de conocer más de esta tierra de templarios, de guerras carlistas, de maquis, y de campesinos curtidos en el frío, el calor y enfermedades contagiosas como el sarampión o el cólera que en 1885 irrumpió con fuerza en esta región.
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Tal vez no soy muy letrado pero he leído su escrito y me parece muy interesante y enriquecedor! Gracias por compartir
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